Amador…del deporte.

Tiburón, tiburón…tiburón a la vista

Por MAO.
sábado, 30 de marzo de 2019 · 00:00

Aunado al deporte, en los primeros años de la adolescencia, vivíamos con la expectativa de apropiarnos del alma de un súper héroe, de esos que encontrábamos en revistas, programas de radio o televisión; que pudiéramos tener la capacidad de adueñarnos de alguno de sus poderes sobrenaturales.

Era común que mi madre nos llamara la atención al ver que alguna toalla del baño hacía falta en su lugar, debido a que la misma pasaba a formar parte de nuestro atuendo en la búsqueda por encarnar a algún personaje volador; y claro también, el cine jugaba un papel importante en la nutrición de nuestra mente para ir en pos de realizar hazañas parecidas (la mayoría en nuestros sueños), de los paladines que nos presentaba el séptimo arte.

Ahí conocimos a “El Corcel Italiano” con aquellos combates épicos contra Creed; crecimos soñando en convertirnos en Jedis, pero también fue la época en que las cintas de terror y suspenso nos atraparon entre sus fauces, entre sus mandíbulas.

Y es que a decir verdad, esa es la traducción correcta de aquella cinta donde un joven director, un tal Spielberg, hacia su tesis con esta película. Tan solo oír la palabra tiburón me llenaba de pánico y más que mi ciudad siempre ha sido bañada por mar.

No concebía que el alma de un escualo fuera noble, amigable, generosa…hasta que supe de uno muy singular. El de aquella cinta del 75’, era blanco, y éste era totalmente opuesto, se hacía llamar “El Tiburón Negro”.

Dentro de mí polifacética vida (diría un reportero por ahí) está el gusto por nadar cada vez que hay oportunidad, y por eso me atraía cada cruce de este tritón de los mares, cada vez que se anunciaba un nuevo reto por lograr, crecía la expectación por saber si habría de conseguirlo.

Era algo similar a ver al más grande escapista desafiar a la muerte por tratar de salir airoso de cada prueba. De sus cruces, de sus travesías, de sus horas de nado ininterrumpidas ya muchos lo saben y me pueden dar cátedra de eso, pero… ¿qué don poseía el cedreño de nacimiento para conquistar cada hazaña?

¿De qué estaba hecho para poder lograr cada objetivo que se trazase? Nunca he tenido el gusto de conocerlo, pero no se necesita estrechar su mano para saber que es un hombre con convicciones y con una enorme resiliencia, que lo llevó a potenciar esa felicidad interna que emana cada vez que su boca empieza a hablar sobre la abundancia que hay en su corazón.

De él aprendemos que nunca hay que darse por vencidos, que la vida, Dios, el destino, como quieras llamarle, nos demuestra que los héroes no necesariamente tienen que venir de otra galaxia.

Descubrí que con la aparición de “El Tiburón Negro” la orfandad que sentía, había desaparecido, ya que por fin había llegado un verdadero héroe a mi vida.

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