CRÍTICA DE LA RAZÓN CÍNICA

Balthus ético

Por Rael Salvador
viernes, 8 de marzo de 2019 · 00:27

La visión inversa, una versión de la inmoralidad

Ahora que la polémica está en la mesa, recuerdo que a Balthus le conocí al lado de Camus (seguro, encargado de los decorados en algún montaje, como lo hizo con Antonin Artaud) en una fotografía emblemática que registra los esplendores del movimiento existencialista.

Décadas más tarde, dicha imagen la fotocopié de la biografía de Olivier Todd “Albert Camus. Una vida” y se la mostré al pintor Ernesto Muñoz Acosta, para que observara a su maestro de París y me recompensara con un comentario gozoso -estudió con Balthus, uno de los genios de la plástica del siglo XX-, apabullante en la gracia de su realidad, pero no carente de cierta mitomanía galante.

Ahora que los dos han muerto, a uno de ellos -al francopolaco- se le acusa de perturbar a las buenas conciencias y alterar el orden de aquellos que visitan el Metropolitan Museum of Art de New York (MET), ya que 8 mil 700 firmas ciudadanas solicitaron retirar el cuadro donde una púber se exhibe de forma por demás sugestiva.

Los activistas de la moral sugieren que, en una mezcla explosiva de orina y deseo, Teresita la soñadora exhibe su pantaletita dulce y pavorosa para la perdición de los hombres en esta Tierra.

“El sueño de Teresa” (1930) es un cuadro donde Balthazar Klossowski de Rola, mejor conocido como Balthus (hermano del filósofo Pierre Klossowski), muestra el símil de una mujercita sentada en una silla, recargada en un almohadón azul, una de sus piernas está doblada, descansando en el aposento, pose que a la vez permite mostrar sus muslos empotrados en un calzón níveo. Nada de otro mundo, sino la etiqueta que toda la vida cargó la obra del artista: abundar sobre la delicada inocencia que surge en la preadolescencia.

Si, por inadvertencia, como evalúa Paul Lombard, estas adolescentes “abren imperceptiblemente las piernas, es para celebrar la concha sagrada donde el mundo tiene su origen” (…) “Su arte es una religión en la que el pecado no es impío y, a menudo, recuerda que el mensaje divino no debe dejarse al alcance de los niños”.

El lienzo es muchas veces una fantasía impenetrable y no todos poseen el pincel de Henry Miller, que decía: “Pinta como quieras y muere feliz”, y quien no dudó que en sus narraciones la realidad podría servirle de propuesta ficticia: ¡hundir su pincel en las nalgas que dibujó como hunde el hocico el gato en la leche pintada en la obra de la Teresita!

Quien posee el pincel explora, a partir de la luz -el color o la forma-, la voluptuosidad y la sugerencia de los volúmenes y las líneas, para superar con recursos artísticos lo inestimable de la visión inversa… la gran inmoral.

Digo la “visión inversa”, que empieza por asentir: “Me gusta, está suave, es bonito”, y termina por sentenciar: “¡Es asqueroso! ¡Que lo quiten! ¡Que los quemen junto con su creador! ¡Que lo corran de la escuela!”.

A diferencia de Dalí y Magritte, «Balthus nunca se sirvió del surrealismo como un soporte o un aval”, nos recuerda Maître Lombard, en el prólogo de las “Memorias” de Balthazar Klossowski de Rola. Por el contrario, Balthus creó un “estilo inigualable, lejos de preciosismos y oropeles incitantes. Su pintura sabia y soñadora huye de la premeditación. No quiere deslumbrar, hechiza; no quiere provocar, cautiva. Haciendo de la gracia el espejo del impudor, brinda a lo cotidiano su luz recompuesta, sus colores de tierra y piel».

Agregando el Maître: «Balthus no es un escenógrafo, sino un artesano que sangra el silencio, un poeta que subvierte las conveniencias. Hizo del erotismo un cántico, para decepción de mirones y papanatas», entre los que se cuentan, junto con alguno de ustedes, los 8 mil 700 firmantes de New York.

raelart@hotmail.com

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