LA COMEDIA POLÍTICA

¿No te la sabes, Andrés?

Por Dan T.
martes, 16 de abril de 2019 · 00:00

Si algo aprendimos a odiar desde pequeños era la ceremonia de honores a la bandera, todos los lunes al entrar a la escuela. Cada semana era lo mismo: todos muriéndonos de frío parados en el patio de la escuela, escuchando a un escuincle recitar sin entender una sola palabra lo que se aprendió de la monografía sobre la vida de Benito Juárez, la importancia de la ecología y, por supuesto, que al verse descubiertos los conspiradores decidieron adelantar la rebelión, por lo que esa noche Miguel Hidalgo y Costilla tocó las campanas del pueblo para iniciar la lucha por la Independencia, en lo que ahora llamamos la noche del Grito. ¿A poco no?

Y entre las muchas cosas que aprendimos de niños estaba cantar el himno nacional. ¿Qué decía? ¡Quién sabe! Es muy curioso, pero la gran mayoría de los mexicanos no NPI (ni la más peregrina idea) de lo que en realidad quiere decir nuestro himno:

Mexicanos, al grito de guerra el acero aprestad y el bridón…
Suena muy bonito y se te enchina la piel cuando lo escuchas con tres tequilas adentro o a miles de kilómetros de distancia. Sí, suena muy bien, pero ¿qué diablos significa? “El acero aprestad y el bridón” se podría traducir como “tomen sus espadas y el caballo”. Y obviamente “al grito de guerra” es que llegó la hora de partirnos la madre. Tan no teníamos idea de qué decía el sacrosanto himno nacional, que hasta la fecha hay mucha gente que piensa que Masiosare es un extraño enemigo con un nombre rarísimo, cuando en realidad significa que si un país extranjero (¿estás oyendo inútil Estados Unidos?) se atreviera a invadirnos (profanar con su planta tu suelo) sería felizmente recibido a madrazos (un soldado en cada hijo te dio).

Pero, bueno, aunque fuera sin entenderlo, todos los cantábamos y lo seguimos cantando hasta cuando pelea “El Canelo” Álvarez. El único que no canta el himno nacional es Andrés Manuel López Obrador. Por alguna extraña razón, en las ceremonias oficiales en las que se toca el canto patrio, al presidente le vale tres hectáreas de tomates verdes y no lo canta. ¿Por qué? Ese es uno de los grandes misterios de este gobierno.

Hay quienes creen que la negativa del amado líder, trinar de cenzontle en la enramada, sorullo de la patria, se debe a que su religión se lo prohíbe. Como es ministro de algún tipo de culto evangélico, al parecer López Obrador no cree en más autoridad que la de su diosito y por eso no le rinde honores a símbolos paganos, como la bandera o el himno nacional.

Y, bueno, finalmente si no quiere cantarlo, está en todo su derecho. No hay una ley que lo obligue a cantarlo, así como nadie me puede obligar a recitar el Padre Nuestro cuando voy a misa. Pero que el presidente no cante el himno no es un asunto legal, sino estético: se ve muy feo que el Jefe de Estado le haga el feo a sus propios símbolos patrios.

¿Qué le costaría al venerado cottonhead echarse dos o tres estrofas de las 10 que escribió Francisco González Bocanegra cuando su novia lo encerró en una habitación? En realidad no le costaría nada y se vería como cualquier presidente decente (excepto, claro, por esos trajes como de Clavillazo que usa y que son tres tallas más grandes de la suya). Pero, bueno, como las cosas tienen que ser parejas, si el presidente no lo cante, que tampoco obliguen a los niños a estar helándose en la ceremonia de honores a la bandera... aunque se enoje el arcángel divino.
 

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