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Atajos mortales

Por Jorge A. Meléndez
martes, 2 de abril de 2019 · 00:00

“Lo que debían haber hecho (los pilotos) era desactivar estos dos switches y retomar el control del avión. No lo hicieron porque la maniobra no estaba programada en el entrenamiento”.

Así explica el piloto Gustavo Giménez las dos terribles tragedias de los aviones Boeing 737 MAX en un didáctico segmento (imperdible, véalo en nuestros sitios) de un noticiero del canal argentino Todo Noticias.

Fascinante y terrible. La solución era simple, pero los pilotos no la sabían, en parte, porque Boeing utilizó la tecnología para crear un atajo que buscaba ahorrar en entrenamiento, pero que terminó siendo mortal. Sin ser experto, le resumo esta tremenda historia.

El 737 MAX es una gran evolución de su antecesor, la serie 737 NG. Tiene dos turbinas mucho más potentes que le dan un mayor alcance y que consumen 15% menos combustible. Es mucho más eficiente.

Estas grandes turbinas cambian la aerodinámica del avión, pues están más adelante del ala y más arriba. Por ende, el jet se comporta y se vuela distinto: “Como está adelante del ala produce sustentación y hace que la nariz del avión se levante”, explica Giménez.

Este detalle es clave en las tragedias. Pero falta uno más.

Como la serie 737 es muy popular -hay casi 7,100 aviones- Boeing utilizó el software para que los pilotos de los NG pudieran volar los MAX con cursos de “3 días o una semanita”, según Giménez.

Intervinieron sobre el software de los controles de vuelo con un aparatejo llamado MCAS (Maneuvering Characteristics Augmentation System). Pero a veces la tecnología se enfrenta a la realidad.

El problema se presentó cuando el MCAS entró en conflicto con otro aparato: el indicador de ángulo de ataque. En ciertas condiciones, erróneamente este indicador de ángulo le decía al MCAS: el avión perdió velocidad. ¿La solución? Bajar la nariz para retomarla.

Ésa es la guerra que tuvieron los pilotos de los dos aviones. Lucharon y perdieron contra un sistema automático que irremediablemente los llevó a estrellarse.

“La solución era fácil, pero los pilotos no la conocían”. Un dramático epitafio para 346 personas que brinda por lo menos tres lecciones invaluables sobre los atajos para los negocios, la política y la vida.

Primera: es importante definir con claridad los objetivos antes de tomar un atajo. Porque si la meta es errónea (minimizar el tiempo de entrenamiento) quizá el destino final sea el piso.

Segunda: hay que hacerse dos preguntas antes de tomar un atajo:

1. ¿Alguien ya lo ha tomado? ¿Cómo le fue? Desprender lecciones prácticas lo más específicas posibles para bien llegar al destino.

2. ¿Cuáles son los problemas o riesgos más probables? Otra vez, lo más detallado que se pueda.

Tercera: los riesgos de tomar un atajo se incrementan si:

a) El terreno es desconocido. Por cierto, algo muy común en la era de la disrupción, donde la innovación y la velocidad de cambio son enormes.

b) El piloto es inexperto o tiene poca preparación. Ante el cambio constante, el entrenamiento y el aprendizaje son claves.

c) Las consecuencias de equivocarse son graves. No es lo mismo tomar atajo para ir a la escuela que para volar un jet.

Finalmente, le propongo dos reglas más:
1. Nunca tomar atajos éticos o legales. En el mundo de la hipercomunicación estas trampas terminan sabiéndose.

2. Hay que tener cuidado con las soluciones mágicas. No existen atajos para problemas añejos y complejos.

Me detengo en este último punto.
Es muy común hoy en día que se “vendan” y peguen las curas mágicas. Bueno, las vemos a cada rato con ya sabes quién y con otros líderes populistas en el mundo.

Son vaciladas.
Esos atajos terminan por chocar con la terca realidad. No se puede cortar camino para solucionar problemáticas sistémicas. La ejecución ingenieril de buenas ideas en el tiempo es la única vía.

Un vuelo donde un piloto inexperto (o terco) corta camino para volar alto, tarde o temprano se transformará en un triste llanto y crujir de dientes.

En pocas palabras
“Ser virtuoso es maravilloso, pero sentirse virtuoso es un atajo al vicio”.

Julián Baggini, filósofo británico.

benchmark@reforma.com

Twitter: @jorgemelendez
 

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