LA CARROCA

Cambio de hábitos

Por Soraya Valencia Mayoral*
sábado, 27 de abril de 2019 · 00:00
Desde hace mucho he lidiado con el problema del sobrepeso. Los famosos cuarenta fueron probar dietas y subir y bajar cada tres años. Mientras, se fueron tejiendo una serie de síntomas aislados que con el tiempo se manifestaría en conjunto, ya en los cincuenta, cobrando facturas. Nada funcionaba, lo que había malogrado en dos décadas no era posible reconfigurar con una dieta. Así que hace cuatro años más o menos, decidí echar de mi alacena las harinas y los azúcares refinados y reducir el consumo de sal. Y la mayor parte de mi despensa salió volando.

El primer mes fue la locura. Un verdadero síndrome de abstinencia. Estaba bien conciente de mi gusto excesivo por las harinas, siempre fui moderada en el consumo de sal, pero el azúcar, que según yo no era de mis preferencias... resultó que ocupaba una parte no tan insignificante de mi alimentación. Afortunadamente mi gusto por las verduras y leguminosas me ayudó a sobrevivir al primer round.

Poco a poco me fui acostumbrando, inclusive disfrutando el nuevo estilo de vida. Hasta el momento no soporto algunas carnes frías, el pan de caja - por muy dietético que se anuncie - y cierto tipo de comida rápida. Volviendo al cuento, pasó el tiempo y cada año fui perdiendo de 6 a 8 kilos tranquilamente sin negarme un antojo de vez en cuando, con moderación y sin culpa. Resumiendo: se trata de cambiar hábitos de manera radical, malos hábitos que se fortalecen a lo largo de muchos años. El último bajón de peso estuvo fuerte porque ya fue aderezado con un problemita de salud, que de haberse presentado hace diez o quince años la historia hubiera sido muy diferente.

El punto es cambiar hábitos, renunciar, mover la voluntad, empezar cada día. El punto es cambiar nuestra relación con la comida, equilibrar lo que se consume y lo que se gasta, caminar unos quince minutos diarios, trabajar mucho por dentro para salir de aquello que nos ata. Hoy veo las cosas de otra manera. Y entre todo destaca una epidemia de obesidad que se extiende como la peste.

Veo familias completas con un sobrepeso de miedo, personas que rinden culto a la comida porque a fin de cuentas también es un placer - muy cercano a la lujuria - y algo más (algunos recordarán la película La gran comilona).

Los datos del Hospital Infantil Federico Gómez son alarmantes. Cada mes ingresan 10 niños de 7 años en adelante con obesidad mórbida, niños con más de cien kilos de peso. El último mes recibieron a uno de ciento cuarenta y cinco y otro de ciento ochenta y seis.

La vida es tan bella y es tan bello vivir. Es un misterio maravilloso. Con todo el dolor que a veces nos asfixia, es un milagro cotidiano. No es posible que nos estemos dejando morir por la boca. Esta epidemia no respeta edad, condición social, estatus académico. Carcome todo lo que toca. Es un problema grave de salud pública. Pero empecemos por casa. Un día a la vez. Vale.

*La autora es mujer de letras sacras y profanas

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