FORO AGRARIO

Refundar los ejidos

Por Reynaldo Magaña*
sábado, 27 de abril de 2019 · 00:00
Los ejidatarios son los peones de la hacienda de ayer, que pretendieron subir de nivel; hicieron la revolución, acabaron con los latifundios y haciendas y hoy son dueños de tierras. Deberían tener mejores ingresos y un nivel de bienestar más elevado. Pero eso no ha ocurrido; los propósitos de la revolución fueron originalmente vivir mejor y que la tierra fuera de quien la trabaja; inmediatamente después, los políticos agregaron el sufragio efectivo y la no reelección, aduciendo que los gobernantes se eternizaban en los cargos públicos y se olvidaban de las clases desprotegidas.

A un siglo de distancia, ciertamente los campesinos ya no son los trabajadores de la hacienda, pero siguen esperando vivir mejor. Los gobiernos del siglo XX y los que han seguido, han tratado a los campesinos como un sector de la población al que hay que darle “algo” para que no se repita la historia armada, revolucionaria, pero no se han comprometido verdaderamente con el campo.

Cada sexenio se inventan apoyos; al principio fue administrar el triunfo de la revolución, entreteniéndose durante mucho tiempo, años, en el reparto agrario. Un periodo en el que el gobierno obtuvo un gran beneficio político electoral; los campesinos medianamente recibieron terrenos, sin embargo, al no priorizar la organización para la producción, no se logró el fin de mejorar su vida.

En cambio, ese periodo permitió controlar electoralmente a la gente del campo, porque estuvieron permanentemente con la esperanza de tener tierra, como sinónimo de bienestar, lo que dejó de ser hasta 1992, con el fin del reparto agrario.

Un mediano porcentaje de campesinos-ejidatarios, ciertamente han pasado de ser peones a productores, pero el esperado bienestar no se ha alcanzado. Es necesario atender con seriedad, desde el gobierno, la problemática rural. Imprescindible romper paradigmas, transformando de raíz el régimen ejidal, a fin de entrar en una etapa de eficacia productiva rural, lo que implica organización para la producción, con reformas legislativas que den libertad a los campesinos para asociarse y disponer de su tierra sin limitaciones, ni obstáculos burocráticos.

Que por decreto los ejidos actuales puedan dejar de serlo, para reconstituirse voluntariamente con cinco productores o más o permanecer individualmente con la tierra que les corresponda. Las parcelas actuales serían el punto de partida para la nueva organización territorial y productiva y solo la tierra de uso común se pondría a la consideración de la asamblea para su reparto.

Desde luego, si esto no va acompañado de un programa de organización para la producción, que implique una oficina de gobierno con especialistas extensionistas que ayuden a organizar a los campesinos y les formulen proyectos de inversión y productivos, previos estudios regionales que permitan detonar zonas, no se logrará el propósito.

Además, de manera integral deben disponerse incentivos para quienes se adecuen a las nuevas formas de organización y vayan generando resultados positivos, lo que implica también el otorgamiento de financiamiento oportuno, accesible y con tasas de interés preferenciales, por debajo del promedio en el mercado, hasta alcanzar niveles de ingreso mínimamente medianos y finalmente la esperada emancipación productiva y comercial.

Sin embargo, si estas reflexiones llegaran a convertirse en políticas públicas, pero no se hacen con rigor científico y profundo sentido de responsabilidad gubernamental, se corre el riesgo de despojar a los ejidatarios de su patrimonio y desaparecer lo que mal o bien, la revolución les heredó para sentar las bases del desarrollo rural.

*Abogado especialista en derecho agrario

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