DE NIÑOS Y OTRO ENREDOS

De piernas y otros enredos

Por Dr. Enrique Sicardi Aragón*
jueves, 4 de abril de 2019 · 00:00
Las extremidades inferiores en los niños, en el argot médico llamadas los miembros pélvicos, son estructuras que desde los primeros días de nacidos acarrean a los familiares angustias y preocupaciones, las cuales en muchas ocasiones, no son bien explicadas por el personal de salud, generando gastos innecesarios a los que menos tienen.

La posición intrauterina, forzada por el proceso gestacional, ocasiona en todos los bebés ciertas deformidades que son de resolución espontánea y sin secuelas y no requiere ningún procedimiento. Los niños nacen con las piernas arqueadas e inclusive los pies pueden estar severamente desviados hacia adentro, estos, si vuelven a la posición normal con un mínimo esfuerzo del explorador, es altamente probable que el menor no tenga ningún problema. Es de preocupar que el pie tenga una severa curvatura y no logre llevarse a una posición neutra. Las piernas mantendrán su curvatura de la posición fetal durante varias semanas o meses, pero cada vez será menor. En ocasiones, cuando el bebé en lugar de presentarse al trabajo de parto impulsado con la cabeza, viene sentado, la deformidad de las piernas y muslos puede ser mucho mayor y en caso de no existir lesión a la cadera, muy seguramente en pocos días recobrará la posición normal en sus piernas.

Desde el nacimiento, es una regla que aunque no exista ninguna alteración aparente en las extremidades inferiores, sean exploradas las caderas, ya que existe una situación delicada llamada Luxación Congénita de Cadera, la cual puede pasar inadvertida y si no se trata, ocasiona secuelas importantes, pero cuando se detecta a tiempo, el manejo es tremendamente sencillo.

Las preguntas más frecuentes de los padres son en relación a si el niño tiene pie plano. El pie del menor que aún no camina, realmente parece un “tamal”, comúnmente, no tiene arco plantar, éste inicia su desarrollo a partir de que el niño camina y generalmente tarda seis meses para madurarlo. Esto, ha ocasionado uso indebido de zapatos ortopédicos, plantillas u otros artilugios totalmente innecesarios y vemos niños caminar como martirizados por la Santa Inquisición o como robots, en lugar de libres y felices.

La forma de caminar, es otra preocupación. Comúnmente se solicita la evaluación porque el niño al caminar mete un pie o se cae o camina de puntitas. Insisto, el pie y la marcha tardan seis meses en madurar, el menor inicia control muscular voluntario y si aunado a eso le zampamos zapatos pesados, de suela bolada, duros, toscos, con plataforma o tacón alto, pero por supuesto que caminará no mal ¡pésimo! La reacción del menor será quitarse sus aparatos de tortura (los zapatos) porque él instintivamente sabe que el mejor ejercicio para el pie es caminar descalzo y si es en la playa, mucho mejor. En ocasiones existen vicios de posición (como dormir boca abajo, entre otras) que terminan por deformar ciertas áreas y será menester identificar al problema para dar el consejo resolutivo más apropiado.

Las rodillas, durante toda la vida van sufriendo variación: durante los doce primeros meses están muy separadas, dando la clásica imagen de “charrito”, posterior a esta edad, se van centralizando y no es nada raro ver niños mayores aun con rodillas muy distanciadas. Alrededor de los tres años tienden a irse acercando al grado de presentar las piernas una imagen en “X”, con las rodillas pegadas y alrededor de los 6 a 7 años toman la posición neutra que durará varias décadas y dependiendo del peso corporal y del buen ejercicio es que se mantendrán en dicha posición. En la vejez y muchas veces antes, las rodillas nuevamente girarán hacia afuera, recordando la posición de los primeros meses de la vida, una prueba más del proceso de regresión.

Como ven, muchas “alteraciones” en realidad no lo son, cierto es que pueden presentar alguna patología, sin embargo, la inmensa mayoría de las veces son mal diagnosticadas y reciben manejos innecesarios. Una adecuada exploración, un abordaje oportuno y buen hábito de posición, evitará en mucho, problemas posteriores. El desgaste del calzado es un buen indicador de cómo anda pisando el niño, similar a las llantas del carro, un desgaste irregular habla de mala alineación o balanceo o de llantas inadecuadas al carro, al igual en el niño, a veces solo es mala elección de calzado.

*El autor es médico pediatra

sicardi53@gmail.com

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