BARÓMETRO POLÍTICO

El gran garrote y los sacrificados

Por Susana Silva Gallardo*
martes, 11 de junio de 2019 · 00:00
Una de las estrategias en materia de política exterior, que en su momento no se le consideraba como tal sino una forma rudimentaria de ella, pero que ha sido bastante controvertida, sin duda ha sido aquella que se originó aproximadamente entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, cuando las grandes potencias mundiales empezaban a dar señales de un expansionismo económico y político que también se tradujo en la exportación de la influencia.

Lo que más tarde consideraríamos como imperialismo, al menos en el caso de Estados Unidos significó el inicio de una de las políticas exteriores más famosas dentro de las Relaciones Internacionales, importante principalmente por los tintes geopolíticos que tenía. Tomado como estandarte político por el presidente Theodore Roosevelt a principios del siglo XX, la política del Gran Garrote consistió en una política exterior de agresión por parte de EU hacia el cono sur: América Latina y el Caribe.

En ese momento, aunque no habremos por mucho de remitirnos exclusivamente a ese, se observó que a través de la política del Gran Garrote, EU se las arregló para asegurar sus intereses en la región a partir de la amenaza económica y la intervención militar. Prueba de ello fue su influencia en la independencia de Panamá y la consecuente cesión que se le hizo al gobierno estadounidense para administrar el Canal hasta casi finales del siglo pasado.

Es así entonces como podemos dejar en claro que la política del Gran Garrote, si bien ha sido intermitente dentro de la política exterior de Estados Unidos, se ha enraizado en su base y sigue presente hoy en día. Esto queda demostrado a partir de la conducción de política exterior que ha ejercido la administración Trump respecto a sus países aliados, que sin duda dentro de la visión altamente realista de Trump, no representan más que una alianza obligada, pero también competencia e intereses perjudiciales para EU.

Por ello, la batalla que ha librado Trump respecto a la imposición de aranceles no hace mas que evocar una reminiscencia de la política del Gran Garrote, pues a través de la imposición y la amenaza, esta vez de corte económico, pretende solucionar todos los problemas que le aquejan tanto al pueblo como al gobierno estadounidense.

El último afectado por esta ronda de amenazas fue México y Trump ha declarado que no descarta que, mientras nuestro gobierno se niegue a “cooperar” en una vil operación que aliena y menoscaba Derechos Humanos en la frontera sur y norte de México, las amenazas seguirán. De muy buena gana, la administración de López Obrador se jacta de haber recuperado la tranquilidad del país con el acuerdo pronunciado el viernes pasado entre Estados Unidos y México.

Esto último nos lleva entonces a cuestionarnos respecto a la ética de los Estados y a lo que alguna vez un Secretario de Relaciones Exteriores mencionó como la imposición sobre la soberanía mexicana, es decir, la libertad de cada gobierno de tomar sus propias decisiones respecto a su política. Lo único claro, es que los migrantes representan un grupo cada vez más vulnerable y que en esta ocasión, sirvieron como carne de cañón y sacrificio por una tranquilidad y paz relativa, ciertamente nada duradera, entre ambas naciones.

susanasilvag96@hotmail.com
*Estudiante de Relaciones Internacionales del TEC de MTY campus Guadalajara

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