POR SI LAS MOCAS

La renuncia

Por Laura Monzón
viernes, 12 de julio de 2019 · 00:00

La renuncia de Carlos Urzúa Macías al frente de Hacienda fue la noticia con la que amanecimos el pasado martes. La carta con la que puso fin a su romance con la Cuarta Transformación es tajante, aderezada con una denuncia que evidencia “decisiones de política pública sin el suficiente sustento”.

En el documento señala que “toda política económica debe realizarse con base en evidencia (…) libre de todo extremismo”. Expone que le “resultó inaceptable la imposición de funcionarios que no tienen conocimiento de la Hacienda Pública (…) motivado por personajes influyentes del actual gobierno con un patente conflicto de interés”.

Parece que el ex secretario de Hacienda tomó la resolución de marcharse, al observar los nimbos ennegrecidos acercándose desde el horizonte, dispuestos a hundir la frágil barcaza tercermundista de la 4-T.

La decisión ocurrió luego de roces con el jefe de la Oficina de Presidencia, Alfonso Romo, y con López Obrador, por el Plan Nacional de Desarrollo (PND) 2019-2024, un par de semanas después de su participación en la reunión del G-20, realizada en Japón.

Imaginemos un posible escenario en el foro de Economía Global, Comercio e Inversión.

-La economía mexicana -dijo Urzúa- ha mostrado resiliencia al contar con un marco macroeconómico sólido y un sistema financiero robusto, que hace frente al entorno de incertidumbre en el contexto económico mundial. México mantiene su compromiso con la apertura de los mercados, el combate al proteccionismo y el orden internacional basado en normas.

Los rumores se alzaron en la sala.

-Oiga -dijeron-, ¿pero qué pasa con los despidos masivos, recortes presupuestales en sectores estratégicos, la eliminación de apoyos a grupos vulnerables, cancelación de obras clave, como el NAIM en Texcoco y su construcción en el área inviable de Santa Lucía, además del arrebato de abrir una refinería en Dos Bocas que está generando preocupación en materia ambiental y de sustentabilidad económica, al igual que el Tren Maya? Se supone que deben dar certeza a los inversionistas y velar por la estabilidad macroeconómica del país.

-¡Ah! -argumentó-. Es que el señor presidente está combatiendo la corrupción y el neoliberalismo dejado por la mafia del poder de los sexenios pasados.

-Pero deben tener un plan de desarrollo nacional sólido y viable. ¿No?

-Bueno… Sí -respondió-. Presenté uno que al mandatario le pareció que conservaba la inercia neoliberal. Pero él escribió su propio Plan Nacional de Desarrollo, el cual tiene como antecedentes el Plan Liberal de 1906 y el plan Sexenal de Lázaro Cárdenas, quien fue presidente de México de 1934 a 1940.

-Pero esas son políticas muy viejas, señor, que no tienen que ver con el contexto económico, político y social de este milenio.

Urzúa mostró una sonrisa forzada y dijo:

-El señor presidente tiene otros datos.

Ya en México, el secretario de Hacienda pasó varias noches en vela, imaginando el desastre en que se vería sumergido el país, en unos años, por la necedad de su jefe de copiar proyectos obsoletos, para hacer un PND a su medida.

Urzúa recordó el artículo 26 constitucional: “El Estado organizará un sistema de planeación democrática del desarrollo nacional (…) Mediante la participación de los diversos sectores sociales recogerá las aspiraciones y demandas de la sociedad, para incorporarlas al plan y los programas de desarrollo”.

Lamentó que el trabajo realizado en las consultas ciudadanas y las mesas con otras dependencias acabara en la basura.

La madrugada del 8 de julio, Carlos Urzúa tomó la decisión definitiva: ya no sería más un florero de la 4-T.

Ante la resolución que encendió los “focos rojos”, el diario británico Financial Times publicó que López Obrador “necesita aceptar la realidad económica y no seguir confiando en sus propios datos”.

Ahora, el ganso sabio exige que el medio se disculpe con el “pueblo de México”. Pero él es quien debe disculparse con el país entero y dejar de tomar decisiones pueriles, sin sustento alguno.

Ya lo dijo el Financial Times: “el tiempo se está acabando”.

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