AJEDREZ PÚBLICO

En defensa propia

Por Alfonso Torres Chávez*
sábado, 20 de julio de 2019 · 00:00

La muerte de Pablo Escobar en diciembre de 1993 fue una apoteosis para el estado colombiano.
Desde que empezaron las operaciones del cártel de Medellín, Pablo Escobar empezó a ser un problema para el Estado.
Además, entre los grupos delincuenciales, Escobar tenía sus propios enemigos, como los hermanos Cataño Gil.
Durante dos décadas aproximadamente, Escobar controló el 90% del tráfico de cocaína hacia Estados Unidos.
La parábola de Pablo de Alonso Salazar es una de las biografías de Escobar que adquirió relevancia por haber sido llevada a la televisión como ‘Pablo Escobar, el patrón del mal’.
Escobar logró lo que nadie había imaginado: conseguir que el gobierno se arrodillara y le cumpliera sus caprichos, como La Catedral, una cárcel que literalmente era propiedad de Escobar y donde continuó desarrollando sus operaciones.
Escobar se volvió una figura, fue senador por el partido Nuevo Liberalismo, encabezado por Luis Carlos Galán, cuando Galán descubrió los antecedentes criminales de Escobar lo puso al descubierto.
El asesinato de Galán fue ordenado por el Cártel de Medellín.
La conspiración para asesinar a Escobar sigue siendo un secreto que se acreditó el Estado mismo, cuando las operaciones para asesinar a Escobar, fueron encabezadas de inicio por el grupo de Perseguidos por Pablo Escobar (PEPES), que fue creado por los hermanos Castaño Gil.
La figura de Escobar como delincuente puso de rodillas al Estado colombiano.
El narcotráfico como negocio global fue iniciado por Escobar, quien aprendió las rutas de trasiego de cocaína de Griselda Blanco cuando este tenía 20 años de edad. El poder de Escobar en Colombia llegó hasta el Congreso de la República, pues Escobar fue senador sin que se hiciera público su historial criminal.
Rodrigo Lara Bonilla y Luis Carlos Galán Sarmiento fueron asesinados por Escobar, porque pusieron al descubierto sus negocios ilegales.
Con la muerte de Escobar se escribió una nueva era en Colombia.
Llegó finalmente la paz al país, pero Escobar abrió toda una época histórica en Colombia cuya trascendencia no debe olvidarse, y es aquí donde radica la importancia de que haya publicaciones respecto a Escobar, tanto impresas como visuales.
Las narcoseries no son apología del delito, es un producto cultural que nos puede servir como documento histórico y sería importante que no se olvide y que estas se repitan con frecuencia.

*Catedrático en la Lic. en Derecho en Universidad Vizcaya de las Américas
alfonsotorr@gmail.com

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