DESDE LA PLAZA SANTO TOMÁS

Lo que sucedió mañana - año 2026 - Mes de Julio - 31

Por: Ricardo Harte*
lunes, 22 de julio de 2019 · 00:00

Las notas de la música ambiental de la Plaza Santo Tomás sonaban, hoy, con mayor permanencia.

Cada rasgo de las canciones de Lisa Hannigan se iban sumando a la brisa vespertina, a las sombras cada vez más largas y todo indicaba que cada sonido de su voz quedaría pintado en el espacio de la Plaza, completando el espacio, completando el aroma, completando la armonía de la vida.

Agustín, nuestro joven historiador, deambulaba absorto, recorriendo la senda peatonal que comunicaba todos los rincones de la Plaza.

-¡Hola Agustín!- lo interrumpió Mercedes, que acababa de terminar su eufórica charla con la Sra. Julia, de la cual no habían salido muy bien paradas ninguna de las dos: Mercedes porque se arrepentía de su excesivo entusiasmo y Doña Julia porque, otra vez, tenía esa sensación de no ser escuchada. Ella entendía que, como decía Mercedes, los políticos habían adoptado una conducta de conveniencias y no de compromisos. Era cierto. Pero también era cierto que hablar de “los políticos” así nomás, en general, se le hacía excesivo e injusto.

-¡Mercedes! ¡Muchas lunas que no nos veíamos! ¿Cómo has estado?

-Bien, bien. Sigo con mi trabajo en la Universidad ¿Y tú? ¿Qué pasó con tu tesis sobre la historia de esta Plaza?

-Pues ya hace un buen que la terminé y le presenté. Me fue bien. Ya terminé la licenciatura. Ahora estoy empezando un posgrado.

-¿Y qué resultó de tus investigaciones? ¿Qué hay de cierto en lo que dicen de que esta Plaza se logró gracias a la lucha de la ciudadanía en contra de los intereses de la autoridad de aquellos días del 2019?

-Bueno, sí. Algo hay de cierto. Pero, como muchas cosas en el “raconto” de la historia inmediata, los hechos se tiñen de rivalidades, intereses, mitos, competencias. En realidad, lo único que pude constatar con evidencias certeras, es que las dificultades que se vivieron fueron producto de intereses, muy mezquinos, de grupos políticos y económicos. No se puede endilgar la responsabilidad sólo a las autoridades de aquel momento.

-¡Ah! Qué interesante! Cuéntame más Alex.
-Pues una voz que encontré, fue de quien era el Rector de la Ibero Santa Fe CdMx en aquel entonces, el Jesuita David Fernández, quien en una conferencia en el Templo de la Sagrada Familia, dijo: “Esas élites sí reprueban las decisiones… que afectan los intereses de los grandes capitales. Protestan por el fin de la condonación fiscal, por la lucha contra la corrupción, que fue la que hizo despegar a los grandes capitales de hoy… protestan por el control de las compras gubernamentales, porque de ahí también han sido desplazados… los opositores de derecha se han de preguntar: ¿por qué los que están para servirme, ahora me quieren gobernar? ¿por qué ahora debo escuchar a los que debieron quedar callados?” Me pareció, Mercedes, una opinión de enorme valor, pues indicó que la “masa” social que se opone a la evolución natural que en todo ser vivo debe suceder no es una “masa” uniforme, heterogénea. Tiene ingredientes políticos, económicos, culturales e ideológicos. Es un simplismo afirmar que sólo los intereses son los que obstruyen el progreso. También hay una presencia muy grande de principios ideológicos, de temores, de falsos paradigmas. De terror ante el cambio.

-Bien mi querido Agustín. Me suena que tu trabajo final resultó ser un documento reflexivo enormemente interesante. Pero, concretamente, con respecto a los asuntos que obstaculizaron a esta Plaza ¿qué encontraste?

-Pues encontré que existieron dos poderes que jugaron en contra: el poder político, con sus cálculos coyunturales, con sus negociaciones, con sus tácticas dilatorias. Y, por otro lado, un cierto sector del poder económico, que veía en la Plaza un peligro para sus intereses muy mezquinos e inmediatistas.

-Ah. Ok. Pero al final ¿qué pasó?
-Pues… la ciudadanía triunfó. Y aquí está esta Plaza, de todos, para todos. En donde podemos conversar tú y yo, sin gastar, disfrutando de un espacio libre, de la gente. Un espacio de la ciudad.

Las notas de Hannigan ya habían producido una sinfonía de colores acústicos, con la risa de los niños, el parloteo de los pájaros y el ligero susurro de la brisa marina de la tarde.

La Plaza Santo Tomás cada día vivía más.
*Arquitecto nacido en Uruguay y radicado en la CDMX

ricardoharte@yahoo.com.mx
 

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