CRÍTICA DE LA RAZÓN CÍNICA

El hombre frente a la Chandler

Por Rael Salvador
viernes, 20 de septiembre de 2019 · 00:00

En memoria de Jesús Terán Jaramillo

El hombre frente a la Chandler fue mi amigo. ¿Qué es un amigo? Si compañero es aquel que comparte el pan en el camino, el amigo es quien alimenta la tibieza de ese pan; podría decirse, en la fraternidad del latín, que es el guarda de nuestra alma en su paso por este mundo.

El hombre frente a la Chandler me ofreció su amistad duradera y jugó un papel importante en mi vida: de él quedó la impresión de una lealtad que, por más de 40 años, compaginó acercamientos, hermandad, alegre camaradería, noticias de otras amistades y compañeros –la Perla, el Fausto, la Blanca, el René…– de aquella escuela que resguardó nuestra primera adolescencia –la “Maestro Mariano Sánchez Carrera”, conocida de antaño como “Secundaria No. 9”– y que tuvo a bien formarnos, en el correr de sus ciclos académicos, como guardianes de una feliz memoria…

El hombre frente a la Chandler fue el impulso de un troquel que marcó los caminos de mi ilustración, senderos al universo de las historietas, las revistas, los libros, la folletería deportiva –Box, Lucha Libre, Béisbol–, la farándula, el arribo de los circos, las especiales del carnicero, ediciones especializadas y papelería indispensable que me llevaron a entintarme el espíritu con la exquisita marca indeleble de la imprenta y su variedad de ejemplos y posibilidades.

El hombre frente a la Chandler, como un héroe anónimo, ayudó a construir esta ciudad: a elevarla a la altura de lo leíble, lo descifrable, lo legible. Como entusiasta compositor de cajas tipográficas, reunió gramaticalmente los fragmentos de un abecedario disperso al que, como intelectuales brutos, llamamos Cultura y que compone la vida de esta Ensenada, hecha de esos pequeños alfabetos de humildad y entrega, sobre todo para su utilidad igualitaria…

El hombre frente a la Chandler nos ofreció, impresión tras impresión –en la luna roja, el rodillo va, el rodillo viene–, el antiguo elogio amorosa que besa las hojas en el arco iris de las tintas, en la más artesanal de las presentaciones históricas que, en tiempos que todo sueña pasar digitalmente por tecnología de punta, posee el toque personal de una boutique literaria, de un paraíso de papeles y satisfacciones que, estoy seguro, amaría Borges sin concesión alguna…

El hombre frente a la Chandler fue un tipógrafo hábil, certero, disciplinado; a la usanza de los mejores –ancestral y maravilloso oficio de especialistas–, imprimía textos a partir de moldes o tipos en relieve que, al correr de las tintas, multiplicaba la felicidad en la elegancia de las tarjetas de presentación, los diplomas de oro gótico o renacentista, las notas y recibos numerados, las incomparables hojas membretadas –estilo Época Eduardiana, recordarán–, vastos saberes de lo académico y lo comercial que, sin su mano maestra, por la ausencia de registro fiel y duradero, nos encontraríamos sometidos al imperio agobiante de lo memorioso.

Estoy en Impresora del Noroeste, con mi otro gran amigo, José Humberto Lugo: él me da la noticia… En la sala de máquinas, con la vista en un lamento, observo con triste fascinación el lugar que le correspondía: sus cajas de caracteres metálicos (tipos móvil), la constelación de utensilios “Letterpress”, las “blancas” (de altura inferior, para los interlineados), sus papeles finos, el almanaque, sus apuntes oficiales… y las Chandlers. Me acerco más a su área de desplazamiento –donde danzó por más de 16 años– y cierro lo ojos, paso con suavidad las yemas de mis dedos sobre la superficie de sus folletos, hojas, formularios… y, como un viejo y sabio grabador chino, en un exquisito ejercicio de sensibilidad, logro leer su alma impresa en el esmero y la eficacia de su trabajo. Su alma de orfebre, me digo, noble y humilde, hecha para perpetuar el legado de Gutenberg.

Mi amigo, el hombre frente a la Chandler… acaba de morir.

Mi amigo, Jesús Terán Jaramillo, el “Chuy”, originario de San Luis Río Colorado (Sonora), quien me ofreció su amistad duradera y jugó un papel importante en mi vida, a sus 57 años ya descansa en paz.

raelart@hotmail.com

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