ANDANZAS ANTROPOLÓGICAS

Remontado y de mal arte

Por Arqlgo. Rubén F. García Lozano*
jueves, 23 de enero de 2020 · 00:00

“Remontado y de mal arte”, con esta frase Bernal Díaz del Castillo refiere en su obra los momentos en los que el contingente conquistador hispano dirigido por Hernán Cortés y sus capitanes encontraba alguna población nativa con el hato levantado, sin gente y con visos hostiles.

La Historia verdadera de la conquista de la Nueva España escrita de puño y letra por el soldado muy cercano a Cortés es una obra vigente y poderosamente aleccionadora en términos históricos, políticos, sociales y de relaciones humanas.

El contingente español compuesto en un principio por alrededor de 450 hombres –y sólo una mujer, dice nuestro autor- estuvo comandado por un pequeño y compacto grupo de capitanes y soldados leales a Cortés, entre quienes se contaba Bernal, a este respecto él menciona “…. apartaron a Cortés 4 […] capitanes, y juntamente doce soldados de quién él se fiaba y comunicaba, y yo era uno de ellos…” (cap. xciii).

La narración es amena con hechos clave claramente descritos y concatenados cronológicamente en 214 capítulos, en la mayoría de los eventos relatados estuvo presente y no omite mencionar en los que no estuvo presente –que por cierto fueron muy pocos-. Nos dice, por ejemplo, que presenció la prisión de Moctezuma en su mismo palacio (ubicado en donde hoy se encuentra Palacio Nacional) cuatro días después de la solemne bienvenida en Tenochtitlan, evento crucial en el que Cortés y sus capitanes discutieron por más de media hora con el tlatoani mexica hasta que lo amenazaron con matarlo ahí mismo si no se iba con ellos al palacio de Axayácatl (ubicado en lo que hoy es el Monte de Piedad) en donde estaban hospedados. “O lo llevamos preso, o darle hemos de estocadas […] porque más vale que de esta vez aseguremos nuestras vidas o las perdamos” dijo el capitán Juan Velázquez de León “con voz algo alta y espantosa” (cap. xcv), quien a la postre moriría medio año después en la huida del 30 de junio de 1520 en la llamada noche triste.

El anecdotario es innumerable, menciona por ejemplo cómo los capitanes –incluido Cortés- prácticamente se acabaron el vino para las misas cuando las guerras de Tlaxcala porque se encontraban “malos”, la intrépida quema de las capillas del Templo Mayor antes de la fuga del palacio de Axayácatl “…y con gran concierto tornamos a porfiar, y les subimos arriba […] ¡Oh, qué pelear y fuerte batalla que aquí tuvimos! Era cosa de notar vernos a todos corriendo sangre y llenos de heridas, y otros muertos […] y pusimos fuego a sus ídolos, y se quemó un buen pedazo de la sala […] [de] Uichilobos y Tezcatepuca. Entonces nos ayudaron muy bien los tlaxcaltecas” (cap. cxxvi).

Muchos datos interesantes nos regala Bernal a lo largo de la obra como la fisonomía de capitanes y soldados españoles y mesoamericanos, descripciones de batallas y combates, aspectos religiosos y de organización social nativos, interesantes arcaísmos (palabras que han caído en desuso) incluso dichos populares que se conservan hoy en día.

Si existe una obra a nivel mundial que describa de primera mano y con gran detalle alguno de los eventos que cambiaron el rumbo de la historia de la humanidad es ésta, invito a los ávidos lectores de El Vigía a sumergirse en las profundas aguas de las letras que plasmaron las manos de aquel soldado castellano medinés, cumpliéndose quinientos años de los eventos relatados le aseguro que leerlo será un placer.

*Investigador del CinahBC

ce_tenochtli@hotmail.com

 

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