DÍA DEL SEÑOR

XXX Domingo Tiempo Ordinario Ciclo A (Mt 22, 34-40)

“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el más grande y el primero de los mandamientos, y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” Por Carlos Poma Henostroza
sábado, 24 de octubre de 2020 · 00:51

El evangelio de este domingo nos habla del amor. El amor en sus dos dimensiones: amar a Dios y amar al prójimo. En estos dos mandamientos se encierra la voluntad de Dios, la cual nos ha sido revelada en la Sagrada Escritura. Nuestra relación con Dios va en sentido vertical y nuestra relación con el prójimo va en sentido horizontal, como formando una cruz, en la cual uno y otro eje son indispensables. No puede separarse uno del otro.

¿En qué consiste amar? ¿Qué significa amar a Dios? El mismo Jesús nos lo dice: “Si me aman, cumplirán mis mandamientos” (Jn. 14, 15). Amar a Dios, entonces, es complacer a Dios. Quien ama complace al ser amado. Amar a Dios es tratar de agradar a Dios en todo, en hacer su Voluntad, en cumplir sus mandamientos, en guardar su Palabra.

Sabemos también que Dios es la fuente de todo amor... y no sólo eso, sino que Dios es el Amor mismo (1 Jn. 4, 8). No podemos amar por nosotros mismos. El ser humano no puede amar si no fuera por Dios. Lo que sucede es que Dios nos ama y con ese Amor con que Dios nos ama, podemos nosotros amar: amarle a Él y amar también a los demás.

El amor a Dios y el amor al prójimo, están unidos. Uno es consecuencia del otro. No podemos amar al prójimo sin amar a Dios. Y no podemos decir que amamos a Dios si no amamos al prójimo, pues el amor a Dios necesariamente se traduce en amor al prójimo.

Debemos tener en cuenta, además, que nuestro amor al prójimo no puede depender de las cualidades de ese prójimo, ni siquiera de cómo sea el trato que ese prójimo nos dé. Nuestro amor a los demás depende, más bien, del hecho de que todos somos creaturas de Dios.

Es fácil amar a quienes nos aman y hacer bien a quienes nos hace el bien, pero es muy difícil amar a quienes no nos tratan bien. Jesús nos dio una medida mínima para nuestro amor al prójimo: amarlo como nos amamos a nosotros mismos. Pero también nos dio una medida máxima, que Él nos mostró con su ejemplo: “Ámense unos a otros como Yo los he amado” (Jn. 15, 12). Y Él nos amó mucho más que a sí mismo. Nos dio su propia vida a nosotros.

Para amar es importante tener una experiencia de amor, de sentirse amado. Conocer y experimentar el amor de Dios nos ayuda a poder compartirlo con los hermanos. Sentir que Dios nos ama incondicionalmente y nos perdona siempre, nos capacita para poder hacer lo mismo nosotros con los demás. El amor se hace así universal, sin fronteras, incluso a los enemigos, a los que no nos caen bien.

Para experimentar este amor y poder compartirlo, necesitamos estar cerca del que más nos quiere, cerca del Amor de los Amores, pasar ratos con Él, en su presencia, en la oración, escuchando su Palabra, para poder vivir la caridad con los demás. Necesitamos que Dios entre en nuestro corazón y en nuestra vida, para que nuestra vida y nuestros actos sean reflejo y manifiesten ese amor.

Sólo una persona que se ama, porque se siente amada por Dios, es capaz de amar a los demás, que también son amados por Dios. Dios es Amor.

Que el Amor a Dios y al prójimo, los acompañe y bendiga siempre.

cpomah@yahoo.com

 



 

...

Comentarios