CRÍTICA DE LA RAZÓN CÍNICA

Yo tuve un amigo… (1962-2020)

Por A la memoria de Joaquín Durazo Murillo
viernes, 13 de noviembre de 2020 · 04:00


Rael Salvador
Yo tuve un amigo, “humano, demasiado humano” –ya lo explicaré–, mas solíamos comportarnos como los mismos dioses del Olimpo. Al trasmutar la crisálida de nuestra adolescencia en beneficencia, ¡el mundo ganó en alegrías!

Él llevó por nombre la belleza de llamarse “Kino”, una lágrima venida de la rudeza del diamante y la transparencia profunda del cristal, donde el origen remonta al tornasol de los ruiseñores, las perlas y las cosas que se sueñan con el alma…

Hoy me dan noticias de su despedida de esta vida –ha fallecido el “caballero estelar” Joaquín Durazo Murillo…–, y yo sólo quiero poner un Long Play de “The Doors”, como homenaje a esa punta nevada del tocadiscos que siempre estuvo disponible para nuestros viajes “sin mapa”, maravillas que solíamos provocar con los restos de nuestros naufragios familiares…

Navegantes de las estrellas, siempre Nietzsche fue nuestra disputa –yo lo había leído a los 15 años y mal, presumía ser “Zaratustra”, pero siempre fui para él un bufón en la “Corte del Absurdo”, agregando que eso sólo era “filosofía para ratas no escolarizadas”–, al grado de defender las posturas distantes, entre el humo de los Marlboros a medio apagar, a golpes alcoholizados: él era “El lobo estepario” –su sentido acercamiento a Hesse–, yo un noctámbulo en las praderas poéticas de un Mickey Mouse de Sade…

Si a alguien le debo el sentido poética temprano es al “Kino”, porque siempre me decía “vamos a peinar a los peces”, a “ahogar el alma en esa ánfora que nos hace parecer genios con alas de pulpo”, y a mí me parecía simpático, ¡genial!, que existiera otro lenguaje… Una ráfaga de palabras venida como dulce tormenta del corazón de otro mundo.

¡Éramos los muchachos bailando desnudos bajo el arcoíris de fuego!

Con el “Kino” aprecié las mieles de un honor que aún conservo, caja de cangrejos rebeldes que deben permanecer, ¡ahora, justificadamente!, a su memoria… ¡Qué maravilla de profesor! ¡El más fiel y trabajador ser humano que he conocido en el puto planeta! Ríos de alborozo dejamos correr en la juventud, en el Fraccionamiento California y en la Escuela Normal –con el Kirro, el Colorado, los Franco, el Cony, el Chiflis, el Carita…– después de abandonar los grilletes de todas las plegarias y reunirnos para abrir la boca llena de gracia y escupirle a la existencia todas nuestras penas alegres…

Se graduó, con la decisión de sus sinodales y mis honores, como profesor –¡estuvimos de celebración 13 meses!–, y siempre lo seguirá siendo mentor y guía. Aquí y en el infinitud, ese aire que siempre nos la traerá floja…

Él miraba con sospecha mi “Pandemónium” –antipoesía para desliteraturalizados–; decía que esa fiesta de nuestros verbos podría “desagradar a las diosas de la fortuna”, precipitando nuestros días y nuestras noches a un silencio que nos postraría en una esquina, como maniquís regodeándonos en el desprecio… Y sin música: “Sin los Beatles, sin Led Zeppelin y Deep Purple”.

Le propuse entonces escribir poesía en el Golfo (de California). Nos surtirnos de la amabilidad de mi padrino Arnulfo (“Abarrotes Hidalgo”) una noche después que S. cortara los cables de mi electricidad cósmica, y partimos a las arenas de los nuevos sueños…

No logramos conseguir la “matarraya” mayor de la lírica, porque despertamos alucinadamente en nuestros “cuartos” familiares, sorprendidos por un horizonte de olas y los extrañamientos clásicos de “Mnemósine”, cuando los agentes químicos exteriores son la pausa abisal de toda consciencia y coherencia…

¡Qué complicado decir que fuimos jóvenes de una época –¡herederos de los 60: Bob Dylan, Jim Morrison, Pink Floyd, John Lennon…!–, donde fue permisible explorar con las alteraciones de la mente, el entusiasmo y la alegría de ser parásitos artificiales de paraísos auténticos.

Así fue, y quizás sea eso el regalo que puntualiza todos estos recuerdos... porque nunca quise ir más allá, al descubrir que mi cerebro ocupaba de la pureza de su propio maná químico. El “Kino” no renunció, lo que supera su valor ante mí, porque así obtuvo su “verdad” ante el esplendor de un infinito “interestelar”, que hoy lo recibe…

¡Amigo, guarda la “espuma de las medusas, champagne del padre Sol” –como solías poetizar, repartiendo polvo de oro, ante “el gran amigo escritor”, orgulloso, en nuestros últimos encuentros–, porque voy detrás de ti con una sed de los mil demonios!


raelart@hotmail.com

 

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