DESDE EL VIGÍA
Credibilidad
Por Editorial El VigíaLas fuerzas armadas, la Iglesia, la Suprema Corte de Justicia de la Nación y en la década de los 90s, la Comisión de los Derechos Humanos, eran a principio de siglo las instituciones en las que más confiaba la población mexicana.
Las fuerzas armadas, particularmente el Ejército Mexicano, han sido duramente castigadas en su prestigio por las malas decisiones políticas de los políticos en el gobierno, que los han enviado a realizar labores de policías y de burócratas con solo cambiarles el uniforme o el nombre a los agrupamientos.
Quizá ellos mismos sientan tristeza por la ofensa que representa realizar labores que los apartan de su gallarda labor de cuidar la soberanía nacional.
Los escándalos por los delitos de pederastia, abusos sexuales, excesos cometidos desde el poder del púlpito y el derrumbe de organizaciones como los Legionarios de Cristo y su líder Marcial Maciel, dieron al traste con la credibilidad de la iglesia católica, ya no se diga de otras de corte cristiano, por las mismas causas como la Luz del Mundo, incluyendo el abuso económico sobre las feligresías.
Por el lado de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y sus correspondientes tribunales en el país fueron cayendo de la gracia de la sociedad debido al abuso de jueces y magistrados que han puesto la Ley y la justicia a la venta, en detrimento de justicia para la sociedad que se ha visto avasallada por una oleada de violencia, corrupción y falta de transparencia de los gobiernos al amparo de la impunidad.
Ya no hablemos de cientos de criminales emanados del gobierno, los de cuello blanco que roban al amparo de las complicidades oficiales y de los que han asesinado a decenas de miles y envenenado jóvenes a lo largo y ancho del país sin recibir el más mínimo castigo.
De los organismos de Derechos Humanos no queda mucho de las motivaciones que justificaron su creación, solo hay que recordar los últimos episodios que protagonizó su actual presidenta a la que activistas del feminismo y en contra de la violencia de género, en la que fue sacada vergonzosamente de su oficina por incumplir con sus obligaciones.
Ahí están las mujeres violentadas, los niños y mujeres enfermos de cáncer, las torturas policiacas, los asesinatos de periodistas y defensores no oficiales de los derechos humanos, como testigo de la inoperancia de esa, que en su momento fue una institución acreditada socialmente.
La política, muy mal, por más discursos vanos, y afirmaciones en el aire, la población sigue en decadencia social, moral, económica, sin servicios de salud y educación de calidad y cada vez más pobre.
No tenemos legisladores que hagan cabalmente su trabajo de equilibro del poder, casi siempre los de la oposición son los críticos, pero cuando se vuelven gobierno, simplemente le voltean la espalda al pueblo.
Pareciera que los valores y la decencia son conceptos en peligro de extinción.
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