BAJO PALABRA

La verdad no peca…entre refranes

Por Hadassa Ceniceros
viernes, 13 de marzo de 2020 · 00:00

En este constante aprendizaje que es vivir, descubrimos que algunas de las enseñanzas más valiosas las aprendemos cuando ya no son aplicables a la vida propia.

Entre frases hechas y lugares comunes encontramos que aprender a envejecer con gracia es una virtud. Hablar desde la experiencia resulta a veces comprometedor porque en más de un caso parecería una confesión.

Pasada la edad en que le agregábamos un año o más a los compañeros, amigas y amigos de nuestra misma generación, llegamos al punto en que la edad de otros deja de ser un esfuerzo de la memoria

En vida propia percibimos la forma menguante de habilidades y posibilidades. Puede ser desde la búsqueda automática del pasamanos al enfrentarnos con escalones hasta la pérdida de fuerza para abrir un frasco. Alcanzar un libro de un anaquel alto, subir y bajar de un auto, se convierten en tareas que requieren ser realizadas con cuidado y precaución. Algunas de las acciones habituales vienen a ser novedad cada vez que se realizan.

El asunto más complicado es la lenta o escasa noción de las propias limitaciones.

El pensamiento se vuelve reiterativo, las conversaciones se hacen circulares, varias vueltas al mismo punto, la memoria se aleja del presente para ubicarse con detallada precisión en eventos remotos y, a veces, desconocidos por los cercanos.

En ocasiones se llegan a descubrir verdades ocultas en charlas casuales con los abuelos. La conversación con una persona mayor se convierte muchas veces en un momento de tensión y preocupación frente a personas de acercamiento familiar ocasional. Los viejos se convierten en bombas de tiempo a prueba de cualquier ejercicio de moderación.

La modernidad y una intención de suavizar las formas de referirse a los viejos hacen que se nos diga “adultos mayores” o “persona de la tercera edad”, decir viejo o anciano supone una condición de fragilidad que cuesta mucho reconocer y asumir, qué no decir de “viejito”.

Dicen que la experiencia es un peine que regala un calvo, puede ser. Ninguno de mis descubrimientos será de utilidad para algún “viejo en potencia” y dicen también que nadie escarmienta en cabeza ajena. Vaya pues.
 

...

Comentarios