LA MARAÑA CÓSMICA

Virus es la capacidad de replicarse sólo a costa de los demás

Por Dr. Rolando Ísita Tornell*
lunes, 18 de mayo de 2020 · 00:00

Tal vez sea la narrativa imaginaria inculcada socialmente como “vida” la que detona esos otros brotes epidémicos no biológicos como la histeria mundial, las opiniones individuales que creen ser mejores que el arsenal de opiniones especializadas de las que disponen las autoridades sanitarias, cuyos protocolos universales se adaptan a cada país y que han sido consensuados en el seno de la Organización Mundial de la Salud desde su fundación en 1948.

A final de cuentas “vida” no es otra cosa que la capacidad de estructuras moleculares para escribir, transcribir, difundir instrucciones específicas y replicarse. Asimismo esas estructuras moleculares no son otra cosa que ensambles de ciertos átomos. En términos generales son proteínas. Su existencia depende de su replicabilidad.

En 1936 el ruso Alexander Oparin, en su Origen de la Vida, narra cómo los astrónomos habían detectado que el Universo estaba plagado de elementos precursores de la vida, entre otros el Carbono, el Hidrógeno, el Oxígeno, el Nitrógeno, y compuestos como el metano y el amoniaco. El hidrógeno se cuece aparte, sin hidrógeno no hay estrellas. Los otros tres requieren ser fabricados en los hornos estelares.

Oparin describe que en las condiciones primitivas del planeta, esos elementos y compuestos se combinaron para dar paso a estructuras moleculares como los aminoácidos y mediante otros estímulos de la atmósfera primitiva se transformarían en albuminoides, las primeras proteínas.

Más recientemente, primero en 2005 y luego en 2018, el astrofísico del Instituto de Astronomía UNAM, Yair Krongold y sus colegas, mediante un método muy creativo, han detectado estos átomos poco abundantes, en un medio muy caliente, en el espacio intergaláctico, en un fragmento de rama de la inmensa maraña cósmica.

Asimismo, en mayo de 2016, la sonda espacial Rosetta, lanzada en 2004 con el objetivo de interceptar al cometa Churyumov-Gerasimenko, al rondar al cometa, en la nube de gas emanada de la evaporación del cometa por el viento solar, detectó un aminoácido, glicina, y el elemento fósforo, ambos protagonistas en la formación de ácidos nucleicos, las moléculas de lo que, con más precisión que imaginación, llamamos “vida”.

En la década de los 40, ya eran conocidos los genes y los cromosomas, y se pensaba que si se lograse comprender su estructura química podría entenderse su funcionamiento como portadores de la información para la vida. La meta se alcanzó en 1953, Watson, Crick y Franklin (inclusive Wilkins), reunieron todo ese conocimiento antecedente para postular un modelo de estructura del Ácido Desoxirribonucleico (ADN), la molécula de la vida envuelta de proteínas, pequeñísimas unidades que contienen las instrucciones para construir todo espécimen vivo.

En 2003 se dio a conocer el instructivo completo del humano, el genoma de Homo sapiens, de unos 3,200 megabytes. A fin de cuentas, un conglomerado de billones de pequeños paquetes de moléculas de azúcar ribosa y otros ingredientes, envueltos en proteína y capaces de replicarse, células. La más antigua de hace unos 3, 700 millones de años, Luca, el Último Antepasado Común Universal.

Todo indica que célula tiene su contraparte y tal vez con la misma antigüedad. Lo mismo: ADN o ARN envuelto en proteína pero incapaz de replicarse, virus. Su viabilidad es replicarse a costa de la célula. La célula, para ser viable frente a virus, ha tenido que desarrollar defensas contra “el replicante” y éste desarrollar mecanismos para evadir esa defensa y replicarse a costa de ella. Vida es, entonces, la capacidad de la célula para replicarse y crear defensas. Virus es, entonces, la capacidad de replicarse solo a costa de la célula y crear dispositivos de evasión de las defensas de la célula.

Todo esto nos debe llevar a la reflexión de que vivimos en un sistema mundial que requiere de los demás para replicarse. De nosotros depende, entonces, crear inmunidad, erradicarlo o terminar extinguidos.

*Comunicación de la Ciencia DGDC UNAM-Ensenada

risita@dgdc.unam.mx
 

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