BAJO PALABRA

Bajo las mismas nubes

Por Hadassa Ceniceros
viernes, 29 de mayo de 2020 · 00:00

Era un día nublado de enero, cursaba el tercer año en la escuela Álvaro Obregón de Tijuana, buscando un trato más personal para mis hermanos menores fueron inscritos en una escuelita privada llamada Salud y Saber.

Para llegar a mi escuela usaba las escaleras que iniciaban en la calle segunda y llevaban hasta la rampa de la colonia Altamira a un costado de la primaria. Subir y bajar eran actividades llenas de alegría y gusto, lo primero por la emoción diaria de llegar a tiempo e iniciar un día con las compañeras de grado, lo segundo por el entusiasmo de terminar clases y caminar tranquilos hacia nuestras casas.

Bajaba los escalones hacia la escuela de mis hermanos quienes esperaban mi llegada con impaciencia. Mediaban minutos solamente de mi salida a la llegada a su escuela, ésta estaba entre la calle primera y segunda, escribo de mi memoria de aquellos tiempos, ignoro si la escuela sigue en la misma dirección.

Un día de esos pues, con el frío propio del invierno tijuanense y la lluvia leve sobre la ciudad, nos encontramos como siempre mis hermanos pequeños y yo. La ciudad y sus barrios eran espacios seguros donde los niños caminaban de sus casas a la escuela con confianza y tranquilidad. Las colonias cercanas estaban ubicadas en poca extensión territorial.

Caminando por la calle segunda pasábamos a la colonia Linda Vista. La rampa de tierra sin pavimentar tenía un borde con cemento a manera de banqueta media acanalada. La lluvia arreció hasta convertirse en una buena tormenta, a poca distancia de la escuela de mis hermanos estábamos ya empapados de agua, dicha situación nos pareció divertida y única.

En fila, conmigo a la cabeza caminamos cerca de los edificios donde había desagüe pluvial, decidimos detenernos a cada lugar y bañarnos como en regadera, la caminata era corta, aunque en aquel tiempo nos parecía larga y accidentada, recomendé que nos cuidáramos del lodo nada más, continuamos mojándonos en cuanto chorro de agua encontramos.

A la distancia del tiempo recordamos ese día con júbilo, tres niños pequeños solos de regreso de la escuela gozando de la lluvia en invierno en Tijuana. La inocencia de aquellos tiempos la revivimos en la conversación admirándonos ahora de la confianza que ofrecía la ciudad en sus barrios. Lo mejor fue la llegada a casa, nos bañaron rápidamente y nos dieron comida caliente.

De ese día nos quedó una sonrisa y un buen recuerdo desde entonces hasta hoy. Siete, ocho y nueve años, me admira pensar que alguna vez tuvimos esa edad.
 

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