CRÍTICA DE LA RAZÓN CÍNICA

Delia Valdivia Contreras (1948-2020)

Por Rael Salvador
viernes, 29 de mayo de 2020 · 00:00

Cada vez que ofrecí una lectura en Mexicali, Delia me saludaba con su presencia: linda, una fiesta su sonrisa, un jardín la falda larga, pájaros su poesía. Muchas veces en Ensenada, cuando ese otro remolino natural de belleza, Martha Juárez, nos convocaba a la mesa y a la literatura y a la plática sustanciosa, Delia abría su Proceso, manido –al buen uso–, hojas arrugadas de ser leídas con ánimo, y elevaba loas substanciales al Subcomandante Marcos, como sólo en esa época se podía hacer –a mediados de los 90–, instándonos al compromiso, muy a sabiendas que el compromiso nos tenía ahí reunidos –con una copa o muchos libros: Galeano, Benedetti, Gelman, Vitale, Cortázar, Onetti, García Márquez–, hablando de lo incendiario y jodedor que sería nuestro próximo poema o antipoema… Lo tres escribíamos y publicábamos poesía, una poesía venida con justicia de las entrañas, y en el caso creativo de Delia, en los mil soportes del ingenio y la gracia, porque bien te podía ofrecer un barquito de papel suscrito con sus versos –para viajar a la antípoda (el Sur, decía) o a la guerrilla de la Luna– que una hoja de eucalipto con un bello y aromático verso subversivo… No nos ganó la desmemoria, no nos hicimos tarugos, supimos siempre quien era el enemigo a vencer… Ahora yo te pido, Delia amiga, Delia hermana, Delia poeta: ¡No descanses en paz, no les des tregua a esos hijos de puta!

Te pido que des noticias nuestras: Aguas Blancas, Atenco, Ayotzinapa, crímenes de la Narvarte, Constellation Brands, etcétera. De cuántas cosas deplorables se suceden en la Tierra... Delia querida: ¡El horror de los días, los procurados trastornos de la tarde y, ya cuando la noche, esa muerte terrible de no saber dónde despertar! No les permitas olvidar que el menú del desayuno es servido desde la inmundicia de reconocer que amanecemos cada vez peor, que la comida que nos espera brilla ya en la indignación de una serie de atropellos que hacen moretones en la dignidad y coágulos en la honradez.

Que en las harteras noches del capitalismo sólo se destilan los fantasmas del trauma irremediable, “irremediablo”. Que las idiotizantes pantallas de la irrealidad continúan siendo el “Big Brother”, el gran Televisor admitido de la vida.

Háblales, Delia amiga, que todo individuo, como tal, no se “divide”, como la palabra bien lo dice. Y que extraviados en el paraíso terrestre, preferimos el disimulo porque carecemos de la iluminación, de la “incandescencia” adecuada. Detestamos la vida ordenada y justa para regodearnos en la contrariedad que nos crea la necesidad nacional del fracaso, del estupor y el deterioro. ¡También diles eso! De ahí el terror y el odio del hombre hacia la convulsión de alcanzar su libertad.

Estos seres de estantería, que bien conoces, que en serie fabrican las sociedades de consumo, empeñan las virtudes de la especie y hacen rentables los encantos de la “mercadería” en nombre de la dilapidación y el gasto inútil que, en otras condiciones de conciencia, ayudarían a hacer más llevadera la existencia desgraciada de tanto indigente espiritual que a tientas anda por ahí. Tú lo supiste bien, ¡no dejes de hacérselos saber!

Voz a los sin voz, Delia: luz a los hermanos de la sombra para que sean luz de justicia también… Y yo te pido, Delia amiga, Delia hermana, Delia poeta: ¡No descanses en paz, no les des tregua a esos hijos de pu**!


raelart@hotmail.com 

...

Comentarios