DESDE HOLANDA

La fiesta

Por Dianeth Pérez Arreola
miércoles, 3 de junio de 2020 · 00:00

Hace unas semanas mi cuñada le llamó a mi esposo para hacerle saber que daría una fiesta para celebrar el cumpleaños dieciocho de sus trillizos. La fiesta será solo siete días después de haberse relajado las condiciones del confinamiento en Holanda.

A mi todavía me da desconfianza salir, sobre todo si pienso en la naturaleza de las reuniones de mi familia política, integrada por 6 hermanos y tres hermanas con su correspondiente descendencia. Ir de cero a cien en el desconfinamiento no es lo mío.

Pero luego están las “circunstancias”. Que dieciocho años es una edad muy especial, que la familia perdió al padre el año pasado a causa de un ataque al corazón y que esta fiesta es para mostrar apoyo moral, que si ya me voy y no habrá tal vez otra oportunidad de despedirme de la familia…

El caso es que sin “circunstancias” me hubiera negado a ir argumentando temor al contagio, pues si la familia al completo recibió invitación y vamos a guardar metro y medio de distancia, la fiesta tendría que ser en un campo de futbol.

Pero creo que ya mencioné que la familia está dividida, así que no asistirá todo mundo. Mi cuñada, en aras de la sana distancia, ha prometido tener menos de cuarenta invitados y yo le he dejado la decisión a mi marido: “por temor al contagio yo no asistiría, pero si crees que es importante que vaya y que esto es mucho más significativo para esa familia que una fiesta de cumpleaños, pues vamos”.

La última vez que fui a esa casa fue hace casi un año para acompañar a mi concuño Maarten a su última morada. Llevaron el ataúd en su Jeep verde menta por hermosos paisajes costeros de la provincia de Holanda del Norte mientras lo seguía una caravana de motos y autos rumbo al cementerio.

Creo que esa fue la última vez que vi a mi familia política, así que dándome cuenta que en realidad los veo un promedio de dos veces al año, suena muy probable que esta sea la ocasión para despedirme. Mi decisión de regresar a México sigue firme, solo se retrasará por culpa de la pandemia.

Es curioso que siendo tan grande mi familia política nadie se haya contagiado hasta ahora, mientras que en mi numerosa familia extendida en México, tres primos resultaron enfermos de Covid, por fortuna con síntomas que no requieren hospitalización.

Hoy terminan ochenta días de confinamiento; hoy día primero abrieron restaurantes, cines, museos, terrazas y teatros. En esas dos cuarentenas creo que solo salí a hacer compras tres veces y dos ocasiones a buscar un lugar tranquilo en la naturaleza para que nos diera el aire. Sospecho que tengo el síndrome de la cabaña: el miedo a salir después de un largo encierro por temor al contagio.

La fiesta de los trillizos es también la ocasión de obligarme a salir de mi duro y auto impuesto confinamiento; las cifras respaldan la decisión de la casi vuelta a la normalidad y siguiendo las indicaciones de distancia y de higiene, la posibilidad de contagio es mínima. O eso me digo a mi misma; aun no se si he logrado convencerme.
 

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