CRÍTICA DE LA RAZÓN CÍNICA

El show debe continuar

“Y no importa a qué cultura, sociedad, clase o nación pertenezcamos”. R.D. Laing. Por Rael Salvador
viernes, 11 de septiembre de 2020 · 00:00

A veces somos como adolescentes: vacíos, huecos, torpes, ramplones, sádicos.

En el derrotero cotidiano de nuestra confinada vida civil no hay renovación, avance, actualización.

Pareciera que en un país sin agua, nos empeñáramos a nadar de muertito haciendo polvo como los gatos, intentando cubrir emergentemente nuestra propia basura.

Con ideas estúpidas, no más geniales que las medias caídas de las abuelas, nos ponemos a jugar con las tecnología del entretenimiento, despilfarrando el tiempo en un confeti de chispas inútiles.

Entomólogos por afición –en pantalones cortos, con redes de ideas no más extensas–, tenemos un séquito de amigos alados y una terrorífica colección de enemigos acucarachados.

Por un lado, somos capaces de atentar contra la especie, denigrando a la condición humana en la payasada política de hacernos víctimas viriológicas.

Por otra, lloramos.
Sobre todo, porque sabemos que la muerte nos ronda y no sabemos a qué horas inicia el próximo levantamiento de ejecutados.

Los meteorólogos de la seguridad anuncian “condición nublada, con alta probabilidad de tiroteo”.

Lluvia de sangre, lluvia de plomo, lluvia de besos (de Judas), lluvia de estornudos, igual da.

La razón nos pesa como una losa de cadáveres y la oscura noche de los tiempos es un traje demasiado holgado para el destino...

Ayer por la tarde, bajo la fuente de arena musical y después de hacer unos cuantos malabares con algunas palabras que evocan toda la jodida existencia, pensé en un telar de nervios de jirafas secas, un poquito de diamantina roja en la leche tibia y un cuaderno universitario con versos rotos.

A veces me imagino a mi abuela –shu-shu, shu-shu–, medias abajo, exhibiendo las canillas heladas, arrastrando sus pantuflas por el techo de la casa de mis padres, con una taza de té donde crece un árbol de soles y en la otra mano un block de camisas arrugadas...

Imaginar, escribir y soñar es bueno... No tan jugoso como morder una fruta o acariciar un muslo, pero de igual impaciencia.

En realidad, ¿quién lo puede saber?
Todos bailamos con la muerte y esa es nuestra grandeza, siempre y cuando permanezcamos vivos.

La música de la vida está en el aire –como la muerte– y el show debe continuar.

Escapar de la crisálida de esta mentira concertada, que se llama sociedad, es iniciar el peregrinaje a la realidad, al origen de la ebriedad creativa y la buenaventura.

Una vida larga no es la meta, la intensidad de una canción sí. Canta hasta dejar a las piedras danzado de dicha.

Canta hasta que las flores se abran al cielo como cometas de fuego.

Canta y danza como el Sol en la corriente eléctrica de los santos sin iglesia y de los locos sin método.

Canta, que la noche es oscura, ¡baila con más furia iluminada, que no sabemos cuándo ni por dónde llegará la aurora!

raelart@hotmail.com

 

...

Comentarios