BAJO PALABRA

El mal que se acaba con el tiempo

Por Hadassa Ceniceros
viernes, 18 de septiembre de 2020 · 00:00

La edad nos llega y en ese transcurrir lleva y trae, sentimientos y convicciones. Situaciones y eventos de otro tiempo se recuerdan con cierta diversión y jocosidad en un momento y en otros llegan con una lluvia de emociones variadas que pueden llegar hasta las lágrimas sin nada qué agregar.

Dicen que una de los tiempos más difíciles con la edad mayor, es la soledad. De manera natural se entiende que los hijos se alejan hacia sus metas y caminos y de ellos nos quedan los fragmentos que tienen a bien compartir con uno, tal y como nosotros lo hicimos en nuestro tiempo y edad.

El silencio y la soledad provocan un ruido que solo el viejo percibe: las conversaciones que giran alrededor de uno sin tocarlo, el vacío que circunda nuestros espacios sin advertirnos.

Se refugia el viejo en su pasado, en las historias familiares lejanas en donde le llega como en ecos lejanos el ruido y los sonidos de otros tiempos, las risas de amigos, los días lluviosos y cercanos, la esperanza de que la tormenta deje tiempo para salir a dar una vuelta antes de que sea muy noche, la ilusión de que llegue una visita grata y si es acompañado por una guitarra, mejor.

Ahora, con menos visibilidad hacia los más jóvenes se alegra uno de mirarlos conversar y bromear entre ellos, hablan un lenguaje que no siempre tiene traducción para uno. Si se ausenta en una reunión es posible que pocos lo noten y es más posible que nadie lo extrañe.

Son otros tiempos, la nueva normalidad nos ha vuelto precavidos, pero también nos ha distanciado. Sin besos ni abrazos nos encontramos y nos despedimos, sin la carga de las cortesías o de las amabilidades tomadas como costumbres.

Entre la soledad, el silencio y el ruido del pasado, los días se acumulan en el calendario sin saber a ciencia cierta si es domingo o miércoles.

El clima se ha empeñado en ser caluroso y gris por los incendios cercanos, se acerca el otoño, mes de antesala de fiestas, de tiempo amable. Hoy no sé siquiera si lo lleguemos a notar, esperemos que la salud retorne sin sorpresas para todos y que los malos tiempos nos permiten volver a ser, aunque sea en parte, quienes creíamos ser.
 

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