DESDE EL VIGÍA

Promesas y hechos

Por Editorial El Vigía
viernes, 18 de septiembre de 2020 · 00:00

¿Cuántas veces le han prometido a los ensensadenses que se urbanizará el denominado “tramo de la muerte” de Chapultepec a Maneadero?

¿Desde cuándo las autoridades se comprometieron a continuar con el libramiento carretero El Sauzal-Maneadero?

¿Dónde está el nuevo aeropuerto civil que nos tienen prometido desde hace más de 30 años?

¿Qué pasó con el proyecto del ferrocarril Tecate-Ensenada?

¿Hasta cuándo comenzará la construcción de la segunda etapa de la planta desaladora?

¿Algún día será posible que la zona de El Ciprés se convierta en un espacio público de usos múltiples?

¿En que quedó la carretera alterna a la autopista Escénica Tijuana-Ensenada?

¿En verdad existe la intención de continuar con la prolongación del Bulevar Costero o Malecón?

¿Cuándo tendrá este puerto una terminal de autobuses foráneos decente y moderna?

¿Y el nuevo hospital de especialidades del IMSS?
Todas estas interrogantes son en cuanto a infraestructura, que en cada campaña política forman parte de la oferta de todos los candidatos, pero como tantas ocasiones las han prometido la población dejó de creer.

Esa es una de las grandes razones por las cuales sólo acude a las urnas el 30 por ciento de los ciudadanos inscritos en el padrón electoral, porque en 1994, Baja California se distinguía porque sufragaban 8 de cada 10 votantes, pero a partir de los comicios locales de 1995, la participación el día de la jornada se desplomó.

La escasa votación es reflejo del desencanto acumulado por varios lustros, aunado a la escalada en el número de asesinatos que se registra desde hace cuatro años y el incremento en los demás delitos del fuero común, que provocaron que Ensenada perdiera el distintivo de ser el municipio más seguro del noroeste del país.

Y la decepción popular también obedece a que los gobiernos que prometieron un cambio hace tres décadas no eliminaron las reglas no escritas del sistema político mexicano, e incurrieron en las mismas prácticas de corrupción de sus antecesores, como el tráfico de influencias y el nepotismo, que nada tiene que ver con el desgaste natural que genera el ejercer el poder durante un largo periodo.

Ciertamente no es posible resolver todos los problemas, pero el incumplimiento de compromisos fundamentales, como garantizar el abasto de agua, la prestación eficiente de los servicios públicos, reducir el índice delictivo, alentar las inversiones y erradicar los malos manejos del erario, incidieron en que la gente dejara de confiar en la democracia representativa, que además de costosa no contribuye a resolver los rezagos sociales.

Así que los futuros candidatos deben pensar muy bien lo que van a prometer, y más los que pretenden repetir en el cargo.
 

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