LA MARAÑA CÓSMICA

El andamiaje universal de la ciencia

Por Dr. Rolando Ísita Tornell*
lunes, 7 de septiembre de 2020 · 03:32

La ciencia en México, su descripción, definición, su ejercicio, validación, tiene una andamiaje universal, institucional y jurídico, por lo que nada ni nadie debería ni podría imponer versiones distintas. Sin embargo, nos enfrascamos en debates recurrentemente que van desde su importancia general, su financiamiento, qué consideramos que es ella, si es o no una necesidad estratégica para la nación, si forma parte o no de una política de Estado.

La ley de leyes que define a México como nación y estado así reconocido por las otras naciones, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, determina que todos los tratados celebrados por el Presidente y aprobados por el Senado “serán ley suprema en toda la nación”.

Al finalizar la II Guerra Mundial se celebró la Conferencia de las Naciones Unidas en la ciudad de San Francisco, Estados Unidos. Ahí se planteó la preocupante situación que presentaban las poblaciones devastadas a ambos lados del Atlántico y del Pacífico, salud, alimentos, vivienda, por lo que se crearon organismos como la Conferencia Sanitaria Internacional, la Asamblea Mundial de la Salud que culminó con la creación de organizaciones mundiales de la Salud, los Alimentos y la Agricultura (OMS, FAO).

Asimismo, tratando de enfocar las causas de las conflagraciones mundiales, las naciones vieron la necesidad de impulsar la educación, la cultura, la ciencia en virtud que es en las mentes donde surgen los prejuicios y los fanatismos que alimentan los conflictos entre las naciones y las guerras, creándose la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).

México no solo se adhirió a estos tratados internacionales sino que formó parte activa en su desarrollo y creación. Así, quedaron instauradas las ideas universalmente aceptadas de ciencia, educación, cultura, salud, medicamentos, nutrición, alimentos y el acceso universal a estos.

Por si no fuera suficiente, en nuestra Carta Magna se describe una educación regida por el Estado obligatoria, gratuita, “laica y por completo ajena a cualquier doctrina religiosa (…) y se basará en los resultados del progreso científico, luchará contra la ignorancia, la servidumbre, los fanatismos y los prejuicios”, además de que todo mexicano debe “gozar los beneficios del desarrollo de la ciencia y la innovación tecnológica”.

Desde las anteriores perspectivas, nada ni nadie puede imponer una idea distinta de ciencia, educación o cultura sin contravenir nuestras propias leyes y las que aceptamos adherirnos internacionalmente. La ciencia es la que se hace en todo el mundo, ni “occidental”, “neoliberal”, “originaria”; ni china, rusa, europea; ningún conocimiento científico o desarrollo de este puede ser excluido o prohibido (otra cosa distinta y sujetas a normas son las aplicaciones que puedan derivarse del conocimiento).

La ciencia (sin apellidos, universal) no solo es parte de la cultura, es su cimiento, son ideas universales que no pueden concebirse separadas. La ciencia es todo aquello que ha ideado y hecho la especie, los humanos, para entender, explicarse y sobrevivir como especie a los retos que le impone la Naturaleza.

En mi opinión, todo este andamiaje universal, jurídico, institucional debiera ser útil para colocar a la ciencia en la vorágine compleja y difusa de la opinión pública en su esencia, ajena a prejuicios, fanatismos, creencias religiosas, partidistas, ideológicas; como argumentos robustos frente a los intentos de imponer una ciencia “de Estado”; para debatir sobre el destino de la ciencia con una narrativa cultural científica y no -como ha podido observarse- desde perspectivas de poder, partidistas, ideológicas o de clase.

*Comunicación de la Ciencia DGDC UNAM-Ensenada

risita@dgdc.unam.mx

 

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