Diputados de “dedazo”

Cuando el panista ensenadense, Ernesto Ruffo Appel, asumió la gubernatura en diciembre de 1989, una de sus primeras iniciativas fue promover la eliminación de las diputaciones de lista, que básicamente eran una concesión para las dirigencias de los partidos de oposición con registro, porque se trataba de supuestos “candidatos” que además de no tener necesidad de hacer campaña ni pasar por el rasero de las urnas, ocupaban un curul en el Congreso local por la vía rápida y sin sudar la camiseta.

Se trataba de un auténtico regalo electoral, y esos legisladores de dedazo que no elegían los ciudadanos, de la noche a la mañana se convertían en los líderes del Poder Legislativo al presidir las comisiones más importantes.

Y aunque durante el sexenio de Ruffo Appel se logró desaparecer este tipo de “representantes populares”, en el periodo de Eugenio Elourdy Walther (2001-2007) reaparecieron los diputados de lista gracias a las componendas entre el PAN y el PRI en el Congreso del Estado.

Sin embargo, casi 20 años después, tras la contundente victoria de Morena a la gubernatura en 2019, el gobernador Jaime Bonilla Valdez impulsó una serie de reformas electorales, tales como la reducción del financiamiento público estatal a los partidos políticos, el aplazamiento del arranque del proceso electoral local hasta diciembre, y la anulación de las diputaciones de lista, iniciativas que fueron aprobadas por mayoría calificada en el Congreso de Baja California.

De esta forma, la próxima Legislatura del estado se integrará por 25 diputados, de los cuales 17 serán elegidos por el principio de mayoría relativa, mientras que los 8 restantes corresponderán a los segundos mejores lugares, y que se les denomina diputados por el principio de representación proporcional, conocidos popularmente como plurinominales.

No obstante, las cámaras empresariales, agrupaciones de profesionistas, asociaciones civiles y personalidades de la academia, exigen a las autoridades que se reduzca el número de regidores, diputados locales y federales, así como de senadores, lo que podría lograrse si se suprimen a los representantes de lista y a los plurinominales, porque en los hechos no constituyen ningún contrapeso al partido en el poder con mayoría en cabildos y congresos.

Está comprobado que la democracia representativa ha resultado un fiasco, porque el verdadero motor de los cambios sociales es la democracia participativa, que emana de las iniciativas y acciones de la sociedad civil organizada, no sólo de los partidos políticos.