CRÍTICA DE LA RAZÓN CÍNICA

Vivir para recordarlo

Por Rael Salvador
viernes, 22 de enero de 2021 · 00:00

Recuerdo el polvo de la Cementera, jodón como una ladilla de niebla.

Recuerdo el imparable contrasentido del rojo trenzando el azul en la peluquerías.

Recuerdo a los Tigres de Ensenada y la Cerveza Mexicali.

Recuerdo a la Caravana de Artistas bajo el puente.
Recuerdo la melodía de Cangrejito playero y “Rosa María se fue a la playa, se fue a la playa, se fue a bañar. Estaba sentadita en la arena y con su boquita me decía…”.

Recuerdo a Roy y Pepe Bueno y las declamaciones magistrales de Ángel Domínguez, quizá mi primer acercamiento a la poesía.

Recuerdo los sábados de “Cachito” y “Nike”, el perro de las nieves.

Recuerdo a Lassie, por supuesto.
Recuerdo la bicicleta de mi tío Chuy, cartero de oficio, acordeonista en parranda.

Recuerdo a Enrique Botello (padre), trovador como la vida nocturna no ha dado otro (bueno, Homero Martínez).

Recuerdo a La Zorra y al Cuervo, Porky y la Rata Mickey, tanto como las ajustadas camisetas de Jorge Rivero y la dulzura setentera de Ana Martin.

Recuerdo los litros lácteos, de vidrio transparente que, en su inscripción azul y rojo, decían Lechería “La Hacienda”.

Recuerdo la feria de juegos mecánicos y trapacería mixta que, con sus luces de colores múltiples, se instalaba al costado del Mercado Limón, entre el baldío de Calzada “Cortez” y Ramírez Méndez (y un Pez Vela).

Recuerdo los pesados camiones urbanos de la línea Rojo y Blanco, austeros como trenes sobre llantas que atravesaban polvorientas colonias olvidadas: La Jalisco, La Hidalgo, La Industrial…

Recuerdo el Cine Anza, el Cine México, el Cine Ensenada y el Cine Maya, habitantes de cuadras céntricas y continuas, donde en un solo recorrido podía uno comparar la cartelera repartida y decidir el “templo” donde vería el celuloide de su predilección…

Recuerdo al Santo, “El enmascarado de plata” y a Blue Demon y a Tinieblas y al Huracán Ramírez y al Aníbal y al Solitario y Ray Mendoza y René “Copetes” Guajardo, y a Alfonso Dante y El “Perro” Aguayo y, claro está, a Toña la Tapatía…

Recuerdo las revistas Box y Lucha, Super Hits, Alarma (donde doña Chona hizo tamales de su marido), Memín Pinguín, Rarotonga, Kalimán, Roy Rogers, Chanoc… que compraba en el puesto de revistas de El Mercado Metropólitan.

Recuerdo a Rubén Olivares vs. Rafael Herrera, al “Ratón” Macías, “Mantequilla” Nápoles, al “Alacrán” Torres… Todos ellos y muchos más en la función de box de los sábados por la noche…

Recuerdo las Noches Tapatías, los cumpleaños televisados de Octavio Paz, la soberbia cultural de Juan José Arreola, el noticiero 24 horas, con Jacobo Zabludovsky y Lolita Ayala… y los domingos “Siempre en Domingo”, ¡Dios, qué basura!

Recuerdo las Olimpiadas del 68, la ignominia de estudiantes asesinados, la inauguración de la primera línea del Metro, la Guerra de Vietnam, Septiembre Negro y los periódicos El Excélsior, El Sol de México y la revista Siempre!

Recuerdo a Capulina con Viruta y la Vitola, Chelelo, Clavillazo, Resortes, Marcelo y Tin-tan, y también “Un mundo nos vigila” de Pedro Ferriz, por no hablar de Los Polivoces –¡Ahí madre!– y Topo Gigio y la Carabina de Ambrosio. ¡Diablos, qué locura!

Y me acuerdo, ¡claro!, de “Me acuerdo”, de Jorgito Perec…

raelart@hotmail.com

 

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