DÍA DEL SEÑOR

XXIX Tiempo Ordinario. Ciclo B (Mc 10, 35-45)

Por: Carlos Poma Henostroza
sábado, 16 de octubre de 2021 · 00:00

“El que quiera ser el primero, que sea el esclavo de todos”

El Evangelio de este domingo, nos narra lo que sucedió enseguida de que Jesús, aproximándose con sus discípulos a Jerusalén, les anunciara por tercera vez su Pasión. Pero lo más insólito está enseguida de este anuncio, los hermanos Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, los más cercanos a Jesús además de Pedro, parecen no darle importancia a lo anunciado y le piden, estar sentados “uno a tu derecha y otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria”.

Estos dos hermanos evadieron la idea misma del sufrimiento y pensaron más bien en los honores, en los puestos, en el poder, para cuando ya todo hubiera pasado. De allí la respuesta de Jesús: el que quiera tener parte en la gloria, deberá pasar por la dura prueba del sufrimiento.

Jesús les pregunta si están dispuestos. No habían siquiera comenzado a comprender el misterio de la cruz, pero ambos, Santiago y Juan, responden que sí están dispuestos. No sabían lo que decían, pero su respuesta fue “profética”, pues más adelante supieron sufrir y morir por Él. Pero es que primero tuvieron que morir a sus aspiraciones a ser los primeros, para convertirse en servidores, como su Maestro.

Jesús nos da el ejemplo. Él, siendo Dios, el Ser Supremo, lo máximo, ha venido “a servir y a dar su vida por la salvación de todos”. Nuestra honra no está en evitar el sufrimiento, ni está en los reconocimientos humanos. Nuestra honra está en la gloria eterna. Y a ésa tenemos acceso justamente porque Jesucristo, con su sufrimiento, muerte y resurrección, la ha ganado para todos… para todos los que quieran llegar a ella.

Jesús nos propone que no nos dejemos alucinar por el éxito, la fama, la riqueza, el placer y el poder. Los apóstoles no fueron los únicos que comprendieron erróneamente las enseñanzas del Maestro. También hoy, en todos los estamentos de la Iglesia, nos encontramos con las mismas posturas de los apóstoles, personas que buscan situarse en el centro, que buscan los mejores puestos y mejores oportunidades, lo mejor para ellos.

Los Apóstoles parece que ni se enteraron o no quisieron enterarse de lo que Jesús había dicho sobre su final, pero sí se enteraron del afán que tenían por ocupar los primeros puestos, a todos les mueve la misma ambición: desean figurar, ser reconocidos, alabados. Los primeros discípulos y las comunidades cristianas tuvieron que hacer frente a este problema del poder que se alejaba de las enseñanzas de Jesús. El desatino de los apóstoles da lugar a una de las grandes enseñanzas de Jesús sobre lo esencial de la autoridad, que es el servicio. Jesús contrapone el poder humano, que es dominio, al poder del cristiano, que es servicio y se presenta a sí mismo como modelo de autoridad desde el servicio y la entrega sin límites. La enseñanza de Jesús sobre el servicio es la manera de ejercer la verdadera autoridad.

Si Jesús nos preguntara hoy, ¿Qué quieren que haga por ustedes? ¿Qué le responderíamos? ¿Corresponde nuestra respuesta a los valores de Jesús? Los hijos del Zebedeo no habían entendido el Reino que Jesús predicaba. ¿Y nosotros? ¿Esperamos un Reinado de Dios que nos traiga poder, privilegios, ventajas, honores?

En la Iglesia, la única grandeza debe ser la grandeza de quien, con humildad y sencillez, hace de su propia vida un servicio a los hermanos.

En la Iglesia, no hay señores, ni grupos privilegiados, ni personas más importantes que otras, ni distinciones basadas en el dinero, en la belleza, en la cultura, en la posición social.

En la Iglesia, hay hermanos iguales, a quienes la comunidad confía servicios diversos en vista del bien de todos. Aquello que nos debe mover es la voluntad de servir, de compartir con los hermanos los dones que Dios nos ha concedido.

Muchas veces nos vemos retratados en los doce apóstoles: ambiciosos, egoístas, celosos, resentidos. Hacemos nuestros proyectos de vida la margen del modelo de Jesús siguiendo nuestros modos y no los de Dios.

En la Iglesia, no debemos buscar privilegios, no jerarquía de honores, ni aplausos, ni reconocimientos, tampoco creernos ser más que el otro. Hay mucho que corregir, tengo mucho que corregir.

Que Dios los bendiga, acompañe y proteja siempre.

cpomah@yahoo.com

 

...

Comentarios