LA MARAÑA CÓSMICA

La extinción de la especie comienza con la inequidad de género

Por: Dr. Rolando Ísita Tornell*
lunes, 18 de octubre de 2021 · 00:30

Si el tema Género lo enfocamos desde la perspectiva de las ciencias y las humanidades sin frontera (existe “la guerra de las ciencias” es vigente), nos ofrece un orden y una evolución del fenómeno (no tan) complejo, no lineal, del Género. Es asunto de “vida o muerte”, diría don Tzun Tsu, y Carl Sagan se preguntaría ¿sobreviveremos a esta adolescencia antropocénica?, porque el género está en os cimientos en todo este despropósito global.

La biología, las ciencias de la evolución, ofrecen la más confiable aproximación al cómo y por qué funcionamos como especie mamífera (eso somos), en el segmento de la vida de reproducción sexual.

Es una vergüenza que el miedo durante el período que abarca la pandemia haya provocado disturbios geopolíticos y de políticas locales directamente proporcionales a sus Estados, en el ámbito de las ciencias y las humanidades que hemos construido como especie, como olvidando que, por esa razón, es valiosa y confiable para entender lo que nos rodea, todo lo que está pasando a la humanidad hoy, aquí y ahora, en México y el mundo.

La Una sin el Otro hace inviable a la especie mamífera de reproducción sexual llamada Homo sapiens, autonombrada “humanidad”. Se trata de organismos moleculares que para su viabilidad como especie se reproducen a partir de solo dos paquetes de moléculas ribonucleicas iguales y diferentes, a la vez. Ese ese sí que es un único y auténtico destino manifiesto (por ahora) de la viabilidad, tuya, mía, de ella, de él, de nosotros, de vosotros, de ustedes, de ellas, de ellos y todas las demás especies con los que convivimos, visibles y nanométricas. ¿Dónde? En un Planeta llamado Tierra, que depende de la energía que irradia una estrella enana amarilla que los mamíferos Homo sapiens sapiens llaman Sol.

Hasta donde se tiene evidencia, nuestros ancestros comunes no se remontan más allá de 3 millones de años, nos concentrábamos en lo que hoy es Etiopía, Kenia y Tanzania. Como billones de otras especies, sobrevivimos a los retos impuestos por la biósfera, nos adaptamos o estaríamos extintos.

En esa adaptación, más por instinto que voluntad, desarrollamos los órganos que nos permiten hablar con la prójima y el prójimo, para ponerse de acuerdo con las decisiones comunes para enfrentar a la naturaleza.

La viabilidad de especie nos ha llevado a una larga marcha, la megamigración que hoy puebla al planeta, a pie, sin mayor herramienta que un cerebro evolucionado. Con base en evidencias, en hechos comprobados, apenas hace 15 mil años NO existían inequidad de género, propiedades, clases sociales, ni siquiera “etnias”; lo que había (y hay) son rebaños, ya hasta ese momento la convivencia, las responsabilidades eran comunitarias, vamos, ni lo de los a las “alfas” se cumple.

Dos restos de la especie emblemáticos con los que se cuenta hasta ahora son de hembras, son mujeres: Lucy y Naia. Una falleció hace 3 millones de años, en África, y la otra hace 15 mil años, en una profunda y oscura caverna inundada, en Yucatán.

En los antecedentes y contextos de sus hallazgos se manifiesta la evidencia que no existían inferioridades de género, todo lo contrario. Para mi es particularmente conmovedor que la feroz Naia ya había enfrentado a mamíferos superiores como el Smilodon (dientes de sable), según cicatrices en su osamenta, traía carcaj, arco y flechas con puntas de piedra tallada, como los Clovis, o sea, no hacía mucho que Naia había caminado por Alaska y llegar hasta Yucatán.

El contexto de sus restos parecen indicar que buscaba agua para su comunidad, el deshielo aún no terminaba, por ello la cueva no estaba inundada.

La idea de su inferioridad la trajo el apropiamiento de las tierras y herramientas heredables al primogénito. Y de ahí se derivaron también los jefes, el individualismo, las clases sociales, “la razas” (para justificar la superioridad) y los dioses monoteístas.

Con todos esos artificios, ajenos a la evolución biológica nos hemos colocado al borde de la extinción masiva, comenzando por la inequidad de género y las decisiones no comunitarias.

*Comunicación de la Ciencia DGDC UNAM

risita@dgdc.unam.mx

 

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