LA TURICATA

La XEW

Por: José Carrillo Cedillo
sábado, 2 de octubre de 2021 · 00:48

Ese día eran más o menos las 9:00 de la noche y mi madre aún trabajaba en la máquina de coser, ella era de oficio costurera y no me equivoco en la hora, pues a un lado tenía encendida la radio escuchando la comedia de las nueve en la XEW, con la educada y cálida voz de su ídolo, Arturo de Córdova, en su popular programa de éxito latinoamericano: APAGUE LA LUZ Y ESCUCHE, que desde luego ella  esperaba y casi nunca se lo perdía.

Yo, jugaba trasnochando en el piso con un carrito verde de madera, cuando irrumpió mi papá al cuarto y a las primeras palabras nos dimos cuenta mi madre y yo de que venia medio “tomado”, y sin más se dirigió a mi madre para pedirle dinero pues sus amigos lo esperaban en la calle según dijo; ante la negativa de ella, mi padre empezó a levantar la voz exigiendo lo que solicitaba.

Mi madre trató de explicarle que ese dinero que guardaba, era para pagar la renta del cuarto al día siguiente, a lo cual él contestó, que no importaba, que él lo repondría más adelante, y ella contesto: ¡no! ya te conozco, mañana ni te acordarás de esto, y nos atrasaremos otra vez y si lo pago, ya no deberemos nada. A gritos y groserías mi padre siguió insistiendo, pidiendo la llave del ropero, pues sabía que era donde siempre mi madre guardaba el dinero bajo llave.

El ropero, por cierto era el orgullo de mi madre pues le había costado, según su dicho, una fortuna, pues era de cedro y de tres “lunas” (espejos), así se refería a él, y desde luego también mencionaba a las vecinas que se lo habían chuleado cuando arribó a la vecindad al otro día que la acompañé a comprarlo a la LAGUNILLA en la sección de muebles del gran mercado.

Y yo me asomaba a verme todos los días en uno de sus espejos laterales esperando la fecha en que, ya crecido, pudiera verme en la “luna” del medio, la más alta.

Uno de los amigos de mi padre, Alberto el “Chinicuil” (porque se metía en lo que no le importaba), gritó desde la puerta: ¡qué pasó Sebastián, te estamos esperando…!

Mi padre le contestó: les dije que me esperaran en la calle, ¿por qué entras?, ya voy, espérame como te dije, en la calle… el joven se retiró sin decir más y mi papá siguió en lo mismo, la exigencia de que le diera mi madre la llave del apreciado ropero de tres “lunas”.

¡NO y no!, fue la respuesta, lo cual enfureció a mi padre y alzando sus brazos, tomó por lo alto el ropero y jalándolo, lo lanzó al piso con gran estruendo por la rotura de los espejos y de alguna de las puertas, lo que despertó la curiosidad de Lenchita, la del ocho, que iba pasando casualmente por el patio y se asomó y al darse cuenta que era un pleito de familia, y se fue presurosa.

La reacción de mi madre, fue taparse los ojos y yo, enojado, pues el gran ropero aplastó mi carrito verde y de pura casualidad no me apachurró a mí que alcancé a salir del área, espantado y después de ver cómo mi padre salía, me quedé parado, agradecido de estar vivo.

Supongo que después de lo narrado me dormí, pues al despertarme muy temprano al otro día, vi claramente la figura de mi padre, en la cama con mi madre, como siempre los vi, hasta que nos separamos cuando yo me casé…

jcarrillocedillo@hotmail.com 

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