DÍA DEL SEÑOR

XXVII Domingo Tiempo Ordinario. Ciclo B

“¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?” Por: Carlos Poma Henostroza
sábado, 2 de octubre de 2021 · 00:47

En el Evangelio de este domingo, unos fariseos introducen el tema haciendo a Jesús una pregunta capciosa sobre la licitud o ilicitud del divorcio, y él les responde afirmando rotundamente la indisolubilidad del matrimonio.

Para ello se remite al proyecto original de Dios sobre la unión del hombre y la mujer. Ese plan no coincide con la posterior tolerancia de la ley de Moisés, que permitía al varón el divorcio entregando a la mujer un acta de libertad “porque descubre en ella algo que le desagrada” (Dt 24,1).

Aquí Cristo interpreta la ley divorcista de Moisés, como una concesión inevitable a la dureza de corazón de los judíos, incapaz de una mayor altura moral. Tolerancia que según Jesús no acusa a Moisés, sino que denuncia la testarudez de los judíos.

La indisolubilidad del matrimonio, según Jesús, no surge de una ley exterior al mismo, sino de su misma naturaleza. Hombre y mujer están hechos el uno para el otro en absoluta igualdad, y al unirse en matrimonio constituyen “una sola carne” por disposición divina (1ª lectura de hoy). Por eso concluye: “Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”.

Jesús ha modificado profundamente la esencia del matrimonio, restaurándolo en su verdadera dignidad, y por eso han cambiado totalmente sus exigencias. Para Jesús el matrimonio no es un contrato sino una alianza. El matrimonio cristiano es el signo de la alianza esponsal de Dios con su pueblo, de Cristo con su Iglesia. Esa alianza es eterna y Dios es siempre fiel a ella.

Buscando una reflexión más actual es necesario también la caridad para las parejas que han fracasado en su primer matrimonio y entre ellos quienes se han vuelto a casar civilmente o han formado una pareja de hecho. Es una realidad compleja, delicada, con frecuencia muy dolorosa. No podemos ser indiferentes ante ella.

Los divorciados no se sienten en general comprendidos por las comunidades cristianas ni por la Iglesia. No encuentran en la iglesia un lugar para ellos. La mayoría solo percibe una dureza disciplinar que no llegan a entender. Enfrentados a sus problemas, sin una ayuda que necesitarían, se han ido alejando de la Iglesia por sentirse abandonados, incomprendidos, o rechazados por ella.

Hay situaciones en las que por diversas razones la ruptura es inevitable. Estas personas necesitan consuelo y ánimo para vivir. Tristemente la Iglesia ha sido a menudo un juez para ellas. Cuando el vínculo matrimonial lamentablemente se ha roto, los cristianos deberíamos mostrar una comprensión cálida hacia esas personas y ayudarlas a rehacer su vida.

Lo primero que hemos de tener bien claro, es que por ser divorciados no han sido expulsados de la Iglesia, siguen formando parte de la comunidad y han de encontrar en los cristianos la solidaridad y la comprensión que necesitan para vivir su nueva situación de manera humana y cristiana. Les hemos de ayudar, es una verdadera obligación el estar dispuestos a prestarles la ayuda que necesiten y que puedan recibir.

Como los demás cristianos, también ellos tienen derecho a sentirse integrados en la Santa Misa, a colaborar en diferentes obras e iniciativas de la comunidad, y a recibir la ayuda que necesitan para vivir su fe, para educar cristianamente a sus hijos. Pero ante todo, tienen derecho a que se respete su conciencia y a que nadie se entrometa en sus juicios y valoraciones personales.

Hemos de pensar que cada uno de ellos vive una situación particular, posiblemente viven o han vivido situaciones muy dolorosas, han sufrido una de las experiencias más amargas de la vida humana, la destrucción de un amor que vivieron con ilusión. Y muchos de ellos necesitan ayuda de Dios y de los hombres y esa ayuda hemos de estar dispuestos a ofrecérsela, al menos cuando ellos la acepten, los que nos decimos seguidores de Jesús.

Por eso, más que condenar a alguien, pongamos todo nuestro esfuerzo en apoyar todo aquello que ayude a tener éxito en la unión familiar, sin olvidar la formación y ayuda de quienes se preparan para el matrimonio.

Que el amor de Cristo por su Iglesia, los bendiga hoy, proteja y acompañe siempre.

cpomah@yahoo.com

 

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