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Con la ciencia sí se juega y hay que crecer jugando

Por: M.C. Alethia M. Rojas Leal*
sábado, 9 de octubre de 2021 · 00:00

Hacer ciencia es vivir maravillado por la vida, es buscar acrecentar el asombro y el amor por todo lo que existe, así que el mejor momento de hacer ciencia es en la niñez. Una sociedad que crezca planteando objetivos, investigando, organizando, experimentando, replanteando y mejorando, tendrá alcances más allá de la tecnología, sabrá trabajar en equipo para bienes en común, sabiéndose parte de un todo. Y el todo entiéndase sociedad y naturaleza.

El método científico, es decir, los pasos a seguir para hacer ciencia, nos dice que debemos primeramente tener dudas, empezar claramente con un “no sé” y éste ir ligado con el reto de querer disiparlo.

¿Cuándo fue que empezamos a temer y ocultar nuestras dudas? ¿Cuándo empezamos a burlar las preguntas y la ignorancia expresada a partir de la observación, del asombro y la intriga? En la formación inicial se nos pone como meta copiar sonidos, copiar trazos, memorizarlos y con ello comenzar a leer y escribir, pero qué tal que desde nuestra primera experiencia colectiva y guiada, o sea el preescolar, se priorice el observar, el recrear, el aplicar y errar para volver a planear, siendo habilidades innatas en la niñez, que dentro de todas sus virtudes y vulnerabilidad, siempre resalta en capacidades y ambiciones, cuando la imaginación, las travesuras y la emoción exaltada no se han visto sometidas ante las exigencias y lineamientos de la supervivencia adulta.

De hecho, si un individuo crece practicando y alimentando la metodología científica, difícilmente se aislará en el beneficio propio o en el peor de los casos un estancamiento para solo sobrevivir.

Anhelamos vivir bien, a base de ganar bien, independientemente si estamos haciendo o no un bien. Practicar la ciencia desde la niñez nos demostrará que podemos y debemos formar equipo ante la inquietud y problemáticas, nos enseñará a colaborar y valorar las capacidades de cada participante, nos hará partícipes, colectivamente, de los errores y logros, nos invita a generar más retos a partir de las metas y fracasos.

En nuestra región venimos viviendo una serie de problemáticas sociales y de deterioro ambiental, peor aún, pronosticamos que las cosas se pondrán peor si no cambiamos las prácticas que ya sabemos que hacemos mal.

Este es un llamado a que no deleguemos todo a la incompetencia de las generaciones pasadas, de quienes nos gobiernan y de que no hay mucho por hacer porque a mí no me corresponde. Empecemos desde la base, con lo más preciado de la sociedad que es su niñez, en la etapa clave de su formación, asumamos, practiquemos y exijamos que las generaciones que vienen no aprendan a obtener un 10, sino que gusten de compartir los logros por un trabajo en equipo que busca y alcanza el bien común, de los suyos y de su entorno. ¡Motivemos a que practiquen la ciencia!

*La autora es Licenciada en Oceanología
 

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