DÍA DEL SEÑOR

XXXIII Domingo Tiempo Ordinario. Ciclo B (Mc 13, 24-32)

“Verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad” Por: Carlos Poma Henostroza
sábado, 13 de noviembre de 2021 · 00:00

Ya nos vamos acercando al final del Año Litúrgico, el cual suele terminar en el mes de noviembre de cada año, este último domingo del Ciclo “B”, ciclo que concluye la próxima semana con la Fiesta de Cristo Rey, las Lecturas de hoy nos invitan a reflexionar sobre la Parusía (la segunda venida de Cristo).

“El día y la hora de la parusía nadie lo sabe”. Al contrario de muchas de las sectas actuales, que van poniendo fechas al fin del mundo, Jesús siempre se negó a dar la fecha de su segunda venida. Aquí afirma que la desconoce; puede ser un recurso pedagógico para poner de relieve una prerrogativa divina: sus oyentes sabían, y lo repetía la literatura de la época, que sólo Dios conoce el momento final.

Como Dios que era, Jesús sabía el momento de la consumación de la historia; en cuanto hombre, podía saberlo, pero sin tener la misión de revelarlo.

Jesús no da fechas, pero garantiza el cumplimiento infalible de su palabra e invita a la vigilancia, con la atención puesta en los signos que irán sucediendo. Este acontecimiento final y definitivo dará sentido a todo el caminar humano y a todos sus sucesos.

Dios ha ocultado el momento y también este hecho forma parte de su plan infinitamente sabio y amoroso. No es para agarrarnos de sorpresa, como si buscase nuestra perdición. Lo que busca es que estemos vigilantes, atentos, “para que ese día no nos sorprenda como un ladrón” (1Tes 5,4). No se trata de temor, sino de amor. Es una espera hecha de deseo, incluso impaciente. El verdadero cristiano es el que “anhela su venida” (2Tim 4,8)

A quienes viven con una mentalidad de disfrute y consumo les resulta verdaderamente incómodo plantearse la perspectiva del más allá. Lo que preocupa es lo inmediato. La mirada hacia el más allá, que para muchos ofrece incertidumbre e inseguridad, para el cristiano es de esperanza, de deseo confiado.

La certeza de la llegada del final no tiene fecha, permanece oculta. La lectura apocalíptica es de naturaleza simbólica. Por lo que respecta al final, éste es expresado con imágenes realistas: cataclismos cósmicos, guerras, fuego, derrumbamientos, personajes celestes, señales luminosas, trompetas convocando a juicio.

El valor de la lectura no es literal, sino simbólico. Este evangelio no es, una guía de los últimos días; no hay un reportaje sobre los últimos acontecimientos. Resuena este domingo la voz potente de Jesús para gritarnos que la vida es una tarea hermosa, cuyo alcance y proporciones se verán un día, que Él no precisa.

Aunque Marcos no menciona el juicio final, lo presupone: los que no sean reunidos quedarán excluidos del Reino de Dios. El juicio es para la salvación, no para la condenación. En este futuro actuar de Dios hay un sí absoluto al mundo que ha creado. La asamblea eucarística en la que estamos participando quiere ser también un signo de esperanza en el que se anticipa la gran reunión de los elegidos cuando El vuelva.

Que Dios Todopoderoso, los bendiga hoy, proteja y acompañe siempre.

cpomah@yahoo.com

 

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