LA MARAÑA CÓSMICA

La UNAM y el Estado, III y último

Por: Dr. Rolando Ísita Tornell*
lunes, 15 de noviembre de 2021 · 00:37

Para los 80, el Estado sólo debía administrar y dejar la economía en manos de la oferta y la demanda del mercado mundial. La libre circulación de mercancías y capitales (la mercancía fuerza de trabajo, no), el Estado de Derecho, la democracia representativa, el desarrollo sustentable y el respeto a los derechos humanos son la doctrina mundial en boga.

Los servicios públicos serán para aquellos que puedan pasar por las cajas registradoras. “Sea dicho, sea escrito”, dirían los faraones.

Ya desde los años setenta, analistas de la geopolítica como Hernado Pacheco (pseudónimo) o John Saxe Fernández, académicos de la UNAM, pronosticaban en columnas de opinión (muy distinto a profetizar) que pronto llegaría el día en que el que no tuviera dinero para pasar por las cajas registradoras del supermercado global, no existiría.

En la Universidad de la Nación, UNAM, tuvo lugar relevo de rector. Corría por aulas, pasillos, laboratorios, oficinas que el nuevo rector aplicaría el modelo y discurso único perfectamente detectado y conocido en las áreas de ciencias sociales y humanidades.

Se acabó la lucha de clases, se acabaron las ideologías, ¡se acabó hasta la historia! El Fin de la Historia… porque lo digo yo y Sanseacabó, ¿discútele al ampayer?

¡Cómo que $0.20 la colegiatura de los estudiantes de la UNAM! En realidad era de 200 pesos, pero la atinada conducción de la economía pública de Miguel de la Madrid y su grupo compacto de los Chicago Boys la convirtió en centavitos, además que las colegiaturas tenían y tienen un impacto ínfimo en el presupuesto federal aprobado por el Congreso, en el rubro Educación Superior-Universidad Nacional.

El rector Francisco Barnés de Castro se empeñó en modificar las colegiaturas al alza, por lo menos contra eso fue la protesta vectorial, la que se moviliza de inmediato: los estudiantes, pero encendió mechas en muchas otras áreas.

A juicio de una buena proporción de comunidad universitaria el apotegma “privatización” se había echado a andar en la Autónoma de México.

La rebelión estudiantil estalló muy contundente, literalmente detuvo la Ciudad Universitaria en menos de una hora, se radicalizó aún más, muy pronto, lo que le hizo perder legitimidad entre comunidad moderada, acusadamente académica.

No obstante, existía la consciencia de seguir prestando los servicios al público, buena parte de esas prestaciones las realizaban “becarios”, estudiantes. Sensatos ellos, decidieron en asambleas seguir prestando servicios al público. En ese sector fueron las autoridades universitarias las que pusieron las banderas roja y negra. Aquello olía a chamusquina.

La huelga de los estudiantes movilizados se prolongó meses y la intransigencia brillaba en ambas partes. El fenómeno social rebasó los muros universitarios y el tema llegó hasta el Congreso. Recuérdese que era un Congreso de aplanadora tricolor, con uno que otro “rojo” electo y presente en la Cámara a pulso, con derecho a reclamar y a decir sus verdades.

Se debatió el tema de las Universidades públicas en un legislativo a modo, significaba que “allá arriba” la línea fue que se suspendería lo que se tuviera proyectado para la UNAM. La Ciudad Universitaria fue desalojada por la Policía Federal recién estrenada y con precisión troyana. Se convocó a la “auscultación” para la elección de un nuevo rector.

La Junta de Gobierno se decantó por un médico, Juan Ramón de la Fuente, con cartas credenciales académicas y de abolengo en las ciencias de la salud mental indiscutiblemente, además de haber sido secretario de Estado en un régimen que dominaba… a nivel mundial.

El rector de la Fuente impulsó con eficacia la recuperación del prestigio académico de la institución, acompañado de una eficaz presencia mediática en la agenda de la Opinión Pública, y en las plazas públicas de diversas entidades del país.

Juan Ramón de la Fuente, académico de la UNAM, es actualmente el representante del Gobierno de México en la Organización de las Naciones Unidas. Pero eso es harina de otro costal, ya no de la UNAM y el Estado. En estas tres entregas queda claro que la UNAM no es ni ha sido autónoma de los grupos de interés y de presión que actúan al interior de sus estructuras.

*Comunicación de la Ciencia DGDC UNAM

risita@dgdc.unam.mx

 

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