PSICOLOGÍA INFANTIL

El valor de emprender el vuelo

Por: Laura Beltrán Padilla*
jueves, 18 de noviembre de 2021 · 01:10

En una pequeña villa compartían una madre y su hija, una noche, mientras el silencio envolvía la tierra, coincidieron, con la niebla en el jardín, la madre se giró por un momento hacia su hija y le expresó: “¡Al fin, al fin puedo decírtelo mi enemiga! ¡A ti que destrozaste mi juventud y que has vivido edificando tu vida en las ruinas de la mía! ¡Tengo deseos de matarte!” La hija respondió: “¡Oh mujer odiosa! ¡Eres egoísta y vieja! ¡Te interpones entre mi libertad y yo! ¡Querrías que mi vida no fuera más que un eco de tu vida marchita, me gustaría verte muerta!”. En ese preciso momento, cantó un gallo, y las dos se despertaron. “¿Eres tú amor mío?”. Dijo la madre cariñosa. “Sí, soy yo madre querida”. 
Este relato fue inspirado por el escritor de Las Sonámbulas, Gibran Jalil, en su libro: El Loco. Recuerdo que cuando lo leí por primera vez me dejó impactada, me hizo reflexionar en los amores tóxicos que se dan en la crianza y que, a la larga, imposibilitan el crecimiento. 
Me ha tocado conocer historias en donde alguno de los padres no es consciente de lo que está alimentado en el menor: su ego, y le dirigen al fomento de una relación nociva. En todos los seres humanos se desarrollan ciertos mecanismos “para no sufrir” encubiertos por la inseguridad del adulto, en su afán inconsciente manipulan y controlan. 
En los hijos pesa mucho, debido a que están expuestos al estilo de crianza y a la necesidad del adulto de perpetuarse. Se retiene y cobija en exceso, no se permite que el hijo vuele. Esto se torna cada vez más estresante, en especial, cuando se crece y se intenta despegar. 
Depende del adulto, del cómo haya sido educado y los mecanismos que haya desarrollado para desencadenar una patología. Podría decirse que es violencia, sí, y de alto alcance. Aunque se disfrace socialmente, se va evidenciando cada vez más por los que están cerca. Cuando el hijo tiene ya cierta conciencia, ya está amarrado a una relación difícil con alguno de los padres o tutores, eso nos habla del cómo serán sus relaciones venideras: Complejas. 
Traigo a colación un caso en donde una madre tuvo a su pequeña y se separó de su pareja por la no funcionalidad entre los adultos. La madre empezó a negarle la convivencia al padre, y a controlarle por medio de la hija. 
Por otro lado, la menor comenzó a manifestar cierta ansiedad excesiva y pidió a la madre que le acompañara hasta la puerta del salón de clase, a la cual, ya iba desde hace tiempo, si no lo hacía, ya se han de imaginar: Detonaban grandes crisis. La madre, acto seguido, le acompañaba a diario para que su hija “no sufriera”. 
En una dualidad, entre el amor y estrés, la madre me pidió le diera terapia a la pequeña, a lo cual sugerí: que lo más benéfico era que ella acudiera primero a terapia, ya que estaba proyectando sus miedos e inseguridades en la menor. 
Claro está, había un modelo adulto a quien seguir, y si sus relaciones se basaban en el chantaje emocional desde temprana edad, sería un reto de ligas mayores a futuro. 
Por lo anterior, considero necesaria la agudeza psicológica del especialista en el manejo, para poder incidir en el cambio y que, en este caso, se quieran hacer las cosas distintas en la formación. Hay mucho de por medio, el ayudar a emprender el vuelo o impedirlo a toda costa. Al final, el manipular y controlar en exceso, corta las alas, es un acto de agravio. El amor no debe reprimir, debe dar libertad para volar. 

*Posgrado en psicoterapia de niños
laurabelpad@gmail.com

 

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