CRÍTICA DE LA RAZÓN CÍNICA

Ese ir de listillo tirando por ahí

Por: Rael Salvador
viernes, 26 de noviembre de 2021 · 00:00

Unos dicen que nos mató el tiempo y la ausencia, pero en realidad todavía falta el “gran grito”, el aullido terminal que apague las palabras más bellas, que ahogue las ensayadas sonrisas de ángel, que dinamite la danza alada que nos lleva a estar más cerca de la existencia.

“Gran grito”, clamor renegado –quebradizo, como cuando sólo somos “contravoz” en el espejo– del cual aún no sabemos si es concluyente, porque cada nacimiento nos destantea con su alarido de diamante primigenio.

En fin, ese ir de listillo tirando por ahí... Tal como lo decía –después de sus escaramuzas seriales con la Muerte– Raymond Chandler: “La dejé con su virtud intacta, pero fue una lucha impetuosa, casi me gana”.

De tal manera, que parafrasear a Joan Manuel Serrat se transforme en una forma de vida: de ser y estar, para deshacer el regalo que uno es y desaparecer; es decir, de hormiga a caracol, de piedra a paloma, de fuego a nube, de respuesta a pregunta, porque en realidad uno interroga –en ausencia de Sócrates– al no saber que, en absoluto, nada se encuentra fuera de uno.

Cuando estudiábamos nuestro magisterio, Francisco Ruiz Arauz –guitarra de una cotidianidad en clamor romántico– interpretaba, entre muchas otras letras del cantautor catalán, “Qué bonito es Badalona” (del álbum “1978”): «Y esa calle y esa plaza y ese municipal / y esa esquina y esa fuente y esa escuela “La Normal”»

Y ese cambio que agregaba, “La Normal”, convertía su espectáculo en una fiesta “Nacional”, en una hermosa alegría deliberada, en un inesperado espejismo de sensaciones: verosimilitud de toda libertad concentrada en la sencillez del “canto” de Serrat.

La psicodelia fue una época brillante que nos obsequió la música, la rebelión del Che y la minifalda, motivos esenciales que le cambiaron el rostro al mundo. Los elepés (Long Play) de “Jesucristo Superstar” y Serrat y Facundo Cabral y Piero y Sabina y Silvio y Aute…

¡Sueños de California! ¿Recuerdas a las bandas? ¿Y la música, en 8-tracks o sintonizadas en emisoras FM de San Diego o Los Ángeles o San Francisco que, en aquel verano eterno, dial indócil, se dejaban escuchar?

¿The Doors, Pink Floyd, Led Zeppelin, Simon & Garfunkel; “Light My Fire”, “Smoke on the Water”, “

Against the Wind”, “

Susie Q”…?
¡Diablos, yo me inclinaba por “Los sonidos del silencio”!: “Hola, oscuridad, mi vieja amiga./ Aquí estoy para hablar de nuevo contigo/ porque una visión, que se deslizó lentamente/ mientras yo dormía, me dejó su semilla/ y esa visión que germinó en mi cerebro/ permanece en el sonido del silencio”, pero tú sabes que sería un mentiroso si no te dijera que, al final, siempre te pedía subir el volumen más alto: “¡Vamos, amor, enciende mi fuego…! / ¡Vamos, nena, trata de incendiar la noche!”.

Las olas, la arena, Sartre, el Sol –el vodka a las diez de la mañana–, los dulces besos de Ella… ¡Singular, como la desnudez de una estrella que danza en el mar!

Tiempo en que Jim Morrison, con “Blanquita” y “Los Láser”, recorría la ciudad, mientras Luis Pavía, salido de la Era de Aquarius, nos ofrecía clases en versos en la Escuela Normal Estatal.

Y fue así que –teniendo como coro a Beatriz Santana, a “Lala” Hernández, al Duarte, al Santiago, al “Siete”, al “Goyo”, a la “Coneja”, a la Liz, a la “Güera” Echauri, a mis inseparables amigos, Carlos Montaño y “Kino” Durazo…– el “Calalo” Ruiz cantó: «Y esa calle y esa plaza y ese municipal / y esa esquina y esa fuente y esa escuela “La Normal”»

En 1982, el escritor musical, cantor de cuentos, Joan Manuel Serrat –coronado por las rosas de un época donde el libro fue moneda de cambio y la música billete a la gloria– estuvo de concierto en Ensenada, en el emblemático y monumental –hoy extinto– Cine México… paraíso de butacas rojas, donde la “Reina” del último Concurso de Belleza de la Normal, Miss Sonia Angélica Fernández, se mantuvo –sonrisa continua, ternura animada– muy a mi lado… admirando al “Poeta”.

No les digo, ese ir de listillo tirando por ahí.
Y fue como cuando uno se sube al tren con rumbo a Saturno, para oír cantar a los pájaros en griego… O, por lo menos, como cuando uno toma el cielo por asalto y dispara la imaginación en claveles de terciopelo por las calles de París, Praga o Portugal, o la mismísima Ensenada.

raelart@hotmail.com

 

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