LA VOZ DE LA INDUSTRIA

La caída del imperio empresarial; una nueva era, una nueva promesa

Branding estratégico, marketing de productos, posicionamiento competitivo Por: Aacini Huerta Escamilla*
miércoles, 3 de noviembre de 2021 · 00:00


Más que oro o especies; toda dinastía, reinado e imperio ha buscado cosechar más poder. Los tributos de tierra, agua, hombres y mujeres enaltecían el dominio sobre los súbitos y cimentaban la jerarquía en la mente de los afortunados de vivir bajo la bota con la hoz en mano.

Se dice que vivimos en un mundo democratizado, los tiempos de rendirle tributo a una lejana corona se quedaron en el pasado junto con las cabezas rodantes del feudalismo. Libres de partir forzosamente con los frutos de nuestras labores, enviar a nuestros hijos a guerras lejanas por una bandera extraña, entregar nuestras hijas como ofrendas a casas desconocidas; se comenzó a percibir el sabor del poder por primera vez.

El poder, como la misma tierra, aguas, hombres y mujeres que se ofrendaban a los embriagados del poder, es un recurso exclusivo y finito; para tener más, alguien debe de tener menos.

Antes, los imperios se conocían por la nación conquistadora, nombres como Mongol, Ottoman y Romano; ahora se conocen por su razón social. Estos imperios contemporáneos continúan con las buenas prácticas imperialistas y coloniales al demandar tributo; ya no buscando tierra y agua, sino los más altos estándares a los precios más bajos.

La industria ha asumido su lugar a un lado del trono de la corona sin bandera; atendiendo a sus necesidades, satisfechos de ser permitidos existir.

Frecuentemente me encuentro soltando un suspiro al conversar con empresarios y describirles una existencia llena de prosperidad, libertad y sobre todo llena de propósito; solo para escuchar las cien razones para justificar el “no” y las mismas dos razones para justificar su existencia en este modelo de negocios anticuado.

Hasta cierto punto se comprende el temor de aventurarse fuera de la estructura tradicional de la cadena de valor; cada entidad cumpliendo con una función muy específica para la producción de bienes para el consumidor. Hasta cierto punto podemos entender el temor de desconocer cómo realizar las tareas especialidades de los vecinos a lo largo de esta cadena de valor.

Claro, podemos entender este temor hace 20 años cuando para promover un producto necesitabas aparecer en las revistas de moda, alquilar espectaculares en las avenidas principales, comprar un spot en la televisión; para distribuir tus productos necesitabas de una flota de camiones, adquirir los seguros, placas y certificados, contratar un equipo de soporte al cliente y gestión de pedidos.

Un temor muy fundamentado en un tiempo en el cual no podías alcanzar cientos de miles de potenciales clientes, cobrar, gestionar inventarios y envíos con un par de clicks.

Hoy en día, romper con los modelos de negocios “tradicionales” no implica los mismos riesgos que hace un par de décadas; tenemos la libertad de probar mercados y productos con el mínimo de capital y escalar adecuadamente.

Esta clase de libertad y prosperidad tienen su precio; el precio de hablarle a los consumidores.

Algunos dirán: “Me ahorro esa inversión al permanecer como productor y que alguien más se encargue de distribuir y vender”.

La pregunta del millón es: “Estamos en el negocio de ahorrar dinero, o en el negocio de ganar dinero?”

Es momento de tirar las cadenas frías que nos han dado seguridad las últimas décadas, y finalmente tomar nuestro cachito de poder.

*Director de marcas y consultor de marketing en AM Business Solutions

contact@antemeridiembusiness.com

 

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