A MEDIA SEMANA

Una falaz revolución cultural

Por: Eugenio Reyes Guzmán*
jueves, 4 de noviembre de 2021 · 00:00

En China se ha puesto de moda un seductor movimiento que invita a los jóvenes a no hacer nada, a permanecer recostados, descansando, sin preocupaciones y sin siquiera pensar en su futuro. Así es, millones de lánguidos chinos, engatusados y desorientados, no desean casarse, ni tener hijos, ni casa, ni hablar de amor y menos de todo aquello que represente determinación, esfuerzo y competencia, solo buscan vivir el momento presente, “carpe diem”.

A ver, si el ser humano es la única creatura que puede contemplarse a sí misma proyectándose en el futuro, ¿cómo es posible que exista esta perversa doctrina que les robe la esperanza, la ilusión y el sentido de la vida a los jóvenes chinos?

Veamos, esta epidemia psíquica llamada “juventud recostada” (Lying flat / Tang píng), representada por copiosas fotos y caricaturas en redes sociales de jóvenes y animales acostados, es sin duda multifactorial y se explica en parte por la fallida política de un solo hijo.

Por cierto, la perversa manipulación llegó al extremo con una campaña en el condado de Guam llamada “100 días sin niños” donde todos los niños por nacer entre mayo y agosto de 1991 fueron abortados por decreto.

Después el gobierno reculó y sacó una canción llamada “por mi país, di a luz a dos hijos” invitando a sus connacionales a contribuir al “sueño chino”, estableciendo un escalofriante vínculo entre familia y gobierno.

Volviendo a los flemáticos jóvenes, sucede que existen generaciones de chinos mimados que tuvieron una niñez relativamente cómoda al estar al cuidado tanto de sus padres como de sus cuatro abuelos. Sin embargo, al crecer, dicha holgura se ha convertido en desesperanza y angustia al enfrentarse al peso moral de ser su turno al pendiente de sus progenitores.

Esa realidad es exacerbada por los altos costos de vida y los insuficientes ingresos resultantes de la exigente cultura laboral china 996: trabajar de 9:00 a 21:00 horas, seis días de la semana.

Sin duda, ambos factores son relevantes, pero para entender las emociones negativas de la juventud, habría que contemplar también las cuatro dimensiones del ser humano: cuerpo, mente, espíritu y social.

Es verdad que, en esa sociedad colectivista, millones de millennials chinos se están rebelando en masa y rechazan con apatía la tradicional cultura del esfuerzo, prefiriendo vivir una vida frívola y frugal. Dicha generación, incluyendo graduados universitarios, vive ansiosa y temerosa y cae pronta ante engañosos y ominosos estímulos de desesperanza.

Por algún motivo, los imberbes hacen del atractivo hedonismo una deidad y la ilusión de una vida fácil se convierte en su amo. Más aún, todo argumento contrario al mito ideológicamente albergado en su subconsciente, es vehementemente descartado, destruido y se convierte en el enemigo a vencer.

Los chamacos amantes del reposo, rechazan el pensamiento crítico y se aferran a un débil y falaz razonamiento afectivo, muchas veces soportado por engañosas estadísticas aprendidas en redes sociales. La sobrevalorada ideología del descanso tiene millones de discípulos dispuestos a escapar de su realidad y a rechazar a priori sus obligaciones.

Estas modas hedonistas tienen una obsesión por el cambio y han caído en un vértigo que resiste a las milenarias tradiciones, mismas que consideran incompatibles con su percibida verdad caótica. Dicha juventud herida, sostiene una noción idolátrica de que toda la verdad comienza con ella y bloquea de su entendimiento, cual “cacería de brujas”, la causa raíz de su existencia.

En sus mentes, los ancestrales valores chinos de justicia, sabiduría, honestidad, trabajo y responsabilidad necesitan ser sustituidos. Es curioso como la trepidante y acomodaticia moda ha convidado a la juventud a replantear la arquitectura intelectual y juzgarse creadores del orden. Es sin duda una insania y una aviesa revolución cultural china.

En fin, no cabe duda que es difícil remar contra corriente sin las aletas y paletas que representan los valores judeocristianos. Sin el consabido binomio de fe y la razón, que son las dos alas con las cuales la inteligencia humildemente asciende al conocimiento de la verdad, estos desamparados pibes no encuentran salida ni refugio. Pobrecitos, no saben que la verdad no puede estar sostenida por el testigo sino por el Autor.

Concluyo con un pensamiento esperanzador de que la moda del “Tang píng”, al igual que muchas otras, pasará y nuevamente la verdad imperará sobre la ideología. Mientras tanto, hago votos para que, quienes tenemos el don de la fe, nos aferremos a ella y hagamos lo humanamente posible por compartirla con los millones de jóvenes que, al igual que los desamparados chinos, no la conocen.

*Economista y director general del Trade World Center, Monterrey, UANL
 

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