CRÍTICA DE LA RAZÓN CÍNICA

El bautizo de lo humano

Por: Rael Salvador
viernes, 5 de noviembre de 2021 · 00:00

Nací, gracias a Dios, pobre. Lo que en otros la riqueza es oro, en mí son palabras: monedas con las que pagan los desheredados, cuando los libros imponen su opulencia de verdad y belleza.

Lee a Céline: “Viaje hacia el fin de la noche”; lee a Camus: “La peste”; lee a Kazantzakis: “Cristo de nuevo crucificado”; lee a Saramago: “Ensayo sobre la ceguera”…

Marx y Engels, en “La Sagrada Familia”, lo estipularon a una hora temprana: “Si el hombre es formado por las circunstancias, entonces será preciso formar las circunstancias humanamente”. 

Compensado por la dulzura de unas lágrimas y acunado en el seno su sonrisa (ternura de una madre de 15 años, Olivia), el linaje de mi estirpe –feliz pobrerío genealógico–, me es sumamente útil para observar el mundo y las diferencias que en él perviven.

No son todos y no es siempre. Pero con uno que exista, la humanidad no se consolida.

Los niños burgueses, que no saben lo que tienen y que temen perder lo que no son, abogan por la “paz” y la “pureza”, sin saber que la pureza no es una posición social, una religión o una ideología, un título o una profesión (la falsa estabilidad de todo), sino extender la mano al que más lo necesita: la hospitalidad, en su hora precisa; y que si han entregado repetidamente el Premio Nobel de la Paz, aún Origen lo tenemos todos, la humanidad; pureza sólo aquellos que comprendemos que, sin excepción, somos extranjeros en esta vida: porque todos venimos de quién sabe donde y, al emigrar las horas, nos trasladamos hacia lo desconocido.

Argumenta Fernando Savater que “la hospitalidad es la base de cualquier civilización digna de ese nombre. Identidades culturales hay muchas, pero la única identidad civilizada que de veras cuenta es la identidad humana. Y nuestra humanidad la descubrimos precisamente en el otro, en el que más necesita nuestro abrazo y nuestra bienvenida”.

Desafío y solicitud. Nos dijeron que éramos iguales, no que estábamos separados. Es momento de unirnos y ponernos en el lugar donde nuestros hermanos más lo necesitan.

A partir de la educación humanista, promocionada por la filosofía política de las sociedades que se autonombran democráticas, se pretende que nos convirtamos en mejores personas para ser mejores ciudadanos.

Habilidades y actitudes se emulan y estimulan, se gratifican y se moldean para lograr un perfil de solvencia ética que responda de manera positiva a la condición social, histórica, racial, étnica, religiosa, geográfica… por no hablar de la deuda que tenemos con la de género.

Dar con dolor –no lo que sobra– es ofrecer parte de nuestra totalidad: nos recuerda que la entrega es aquí y ahora, ante las “caravanas migrantes” –así como la manera más feliz de transformarnos en seres humanos, a diferencia de esa especie de anestesia que es deshacernos de lo que ya no queremos o no necesitamos–. Dar es otra manera de recibir: el entendimiento del origen, la paz como bendición, el bautizo de lo humano.

Nací, gracias a Dios, pobre. No falta nada. La riquezas de lo humano la administro yo, no el egoísmo en el que ha caído el Estado.

raelart@hotmail.com

 

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