LA TURICATA

El rincón de los niños ingenuos

Por: José Carrillo Cedillo
martes, 14 de diciembre de 2021 · 00:00

En el exuberante Valle de México, había un joven (llegado de fuera) de nombre: L-O, que se caracterizaba por su declarado afán de enriquecerse lo más rápido posible y trabajaba en una gran constructora de la que ascendió rápidamente al puesto en el que él daba el visto bueno y luz verde a todos los proyectos que trabajaría la compañía.

No tardó mucho en darse cuenta de que tenía en sus manos una verdadera mina de oro y empezó a pedir “moche” con tal éxito, que la suma se elevó a un millón de dólares por proyecto. Todo iba sobre ruedas e ideó cómo no despertar sospechas con depósitos bancarios tan cuantiosos y decidió poner a su hermana, abriéndole una cuenta a ella.

Pero llegó a ser tan exorbitante para una joven estudiante, que entonces decidió abrir una para su esposa y más adelante una para su adorada mamacita, cuyas cuentas también eran rebosantes para señoras que ni tenían un trabajo y, como en la canción de los elefantes, decidió invitar a su hermano, pero al ver que le sucedía lo mismo, cómo justificar tanto dinero en su cuenta, se le ocurrió (al invitado) poner un negocio de mezcal, con la diferencia de que en cuanto tuvo éxito, se despidió de su hermano L-O, desenraizándose de él, con el pleito legal obvio.

Pero con tanto dinero el señor L-O ya volaba alto y conoció a un señor que era el brazo derecho del señor que cortaba el queso en el Estado de México de quien se presumía que iba a la silla grande, de tal modo que le propuso negocios al brazo derecho, (un señor vide-no sé qué) quien volando lo aceptó y consiguieron una buena lana de millones de dólares de una constructora brasileña que soltaba los miles de millones a prenda de futuros cuantiosos contratos y el señor que partía el queso, que se caracterizaba por su elegante copete, que cuidaba con esmero y pulcritud y que tenía un peluquero personal solo para tal efecto, lo aceptó gustoso y fluyeron las carretadas de millones de dólares y como si fuera un cuento de hadas, el señor del copete “ganó las elecciones” y en agradecimiento nombró al señor L-O secretario de una compañía que era la mayor fuente de ingresos del país y para el señor L-O fue un premio donde se sentía a sus anchas ahora pidiendo “moches, legales”.

Pero todo en esta vida tiene su fin: llegó el nuevo gobierno y todos los participantes de lo dicho huyeron del país, refugiándose donde no los conocieran. Pero se pidió el auxilio de las policías de otros países y el señor L-O fue detenido en España y se pidió su regreso a México.

Cuando al fin se logró, el señor abordó un avión y ese viaje de nueve horas fue suficiente para que contrajera, en el avión, una grave “enfermedad”, al grado de que cuando llegó, ya lo esperaba una ambulancia, de tal modo que NO pisó la cárcel y los reporteros siguieron dicha ambulancia hasta el hospital y cuál sería su sorpresa al ver que no venía en ella el susodicho y que éste había salido después en otra y con ello burlaron a la molesta prensa.

Y ante esto, los reporteros investigaron que el señor L-O había contratado los servicios de un abogado exjuez español con fama de incorruptible, pero como dijo el filósofo: no existe ningún juez que no se doble por dinero.

A la fecha el señor ya ingresó a la cárcel pues las autoridades “se cansaron” de las promesas incumplidas del señor L-O de presentar pruebas contundentes contra sus altos ex jefes y con ello poder indiciarlos; pero esto se ve lejano, y seguiremos esperando que la caza atrape a los peces mayores, (ballenas) no pececitos segundones que al final son los chivos expiatorios, para que con ello  “demuestren” que se está trabajando en ello.

Como México, no hay dos…

Diría Don Teofilito.

jcarrillocedillo@hotmail.com

 

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