UNA MIRADA HACIA LA INFANCIA

El calor de un hogar

Por: Psic. Laura Beltrán Padilla*
jueves, 16 de diciembre de 2021 · 00:32

Con la temporada de frío se persigue el asegurar a los menores en un espacio vital, y, qué mejor que hacerlo en el calor de un hogar. Para algunos pequeños, es un privilegio el estar en casa, jugar, cantar y bailar.

Esto depende de la funcionalidad de los adultos y actividades que se promuevan en estas fechas.

Para muchos, trae recuerdos invaluables la víspera de la navidad: el encendido de las luces, seleccionar el árbol, montar el nacimiento, escuchar música inspiradora, tomar un calientito y comprar uno que otro regalo.

Lo que más se torna significativo es cuando integra la familia a personas valiosas que suelen ocupar un lugar protagónico en nuestro corazón, una madre amorosa o abuelita de mirada tierna, quienes inyectan entusiasmo y persiguen con su energía el hacernos felices.

No se diga el banquete horneado para pequeños y grandes comensales. Cuando se involucra a los niños, no cabe duda, deja una gran sonrisa y queda el momento cautivo en su memoria. Increíbles los sentidos que con tan solo escuchar una canción nos hacen rebobinar hacia el pasado.

Muchos acostumbran visitar a la familia, algunos cerca y otros más lejos. Hay un esfuerzo conjunto para realizar un viaje y, con ello, estrechar vínculos afectivos con los seres queridos. Los más comunes son en transporte terrestre, claro está, algunos lo hacen en vialidad aérea, por las distancias más largas.

Algo espectacular en nuestros días y, poco común en nuestra entidad, es el uso de ferrocarril. Lo que sí, como deja buenos momentos a un niño el tener la experiencia del viajar en tren. Nuestra capital goza de ese privilegio.

El viaje de Mexicali hacia el Centro, lleva ciertas horas, calculo unas 40. El dormitar en el Chu Chu, es fascinante, aunado al brillar de las estrellas, sin tanto reflejo de luz citadina, y con la sonrisa de la luna que aparece entre sueños.

Con el sol saliente, el ir apreciando el paisaje, ver al ganado pastar, lo pintoresco de los pueblos en la andanza del trayecto, las pequeñas paradas, y los vendedores que se acercan con el pollo asado, la fruta picada y uno que otro dulce.

Hace unas décadas, me regocije con ello, por la motivación del saludar a la familia que radica en el interior de nuestro querido país. En ese entonces, no percibía la inseguridad de la que sufren los niños tan solo al salir a las calles fuera del hogar.

Al emprender un viaje, lo motivante es el conocer por primera vez, o el abrazar a alguien especial que te espera a miles de kilómetros. Del recibirte a media noche con una sonrisa cariñosa, un vaso de leche y galletitas recién horneadas. He pensado en lo extraordinario que sería el poder retener los aromas y sabores agradables a largo plazo, así como el pavo recién salido del horno, con toque de tocino y ciruela.

Hace un par de décadas, el andar no era tan acelerado, así como el tren lleva su propio ritmo, el corazón late en su forma natural. El estrés económico, la incertidumbre de la inseguridad, impactan de grandes a pequeños, y viceversa.

Los niños ya no corren, cantan, pegan a la piñata, juegan a ponle la cola al burro y encienden luces de bengala. Eso, al parecer, queda en recuerdos del pasado, al menos que se haga el esfuerzo de avivarlos y mantenerlos como tradición.

Actualmente, tenemos tres “desventajas”: Las tradiciones que se han desvanecido y, más aún, siendo frontera; la restricción social, inseguridad y contingencia sanitaria, además, han hecho lo suyo.

Por tanto, pregunto a los padres: ¿Qué les gustaría qué sus hijos recordaran de estas fechas? Hay que tratar, no cabe duda, de perseguir momentos; de amor, alegría y bienestar.

*Posgrado en psicoterapia de niños

laurabelpad@gmail.com

 

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