CRÍTICA DE LA RAZÓN CÍNICA

Ese pequeño demonio

Por: Rael Salvador
viernes, 17 de diciembre de 2021 · 00:00

Lo leí en mi juventud, también en el sofá; mullido se encontraba éste, como la época, los 70.

En “Lolita” me conmovió la pasión confusa del profesor Humbert Humbert, exaltando con fascinación el miedo hasta transformarlo en deseo; lágrimas frenéticas que no ocultaban el brillo literario: su dulce lujuria.

“Hay que ser artista y loco –nos sentencia en “Lolita”–, un ser infinitamente melancólico, con una burbuja de ardiente veneno en las entrañas y una llama de suprema voluptuosidad siempre encendida en su sutil espinazo para reconocer de inmediato, por signos inefables al pequeño demonio mortífero entre el común de las niñas; y allí está, no reconocida e ignorante de su fantástico poder”.

La ninfa y el encantador: impresiones sensoriales en un cosmos de palabras. Fue difícil soportar la grosería de Kubrick en el celuloide. La “obra maestra” era su Lolita, no la mía.

Guardo un sueño con Nabokov. En él, una enorme ola de mariposas revienta en colores sobre mi consciencia. Emerjo, salgo aturdido –pesado y lúbrico– como un sátiro de oro, igual al que siente una muerte agradable. Al despertar, estoy en la habitación y Vladimir, hombre de fuego, desayuna alas que semejan pétalos de nieve.

Guardo mi sueño, modelo para armar y desarmar, mezcla de realidad y encanto.

Ahora tengo en mis manos el homenaje que realiza Lila Azam Zanganeh: “El encantador. Nabokov y la felicidad” (Duomo ediciones).

Leo las recomendaciones: Pamuk, Beigbeder, Nafisi, y no me resisto.

Orhan Pamuk, Nobel en las estepas, dice: “Una aproximación lúcida y alegre al arte de Nabokov”; Frédéric Beigbeder, a quien leo con avidez desde hace tiempo, comenta: “Me ha provocado el efecto de un traguito de vodka con fresa. Escrito con entusiasmo, como en estado de embriaguez”; Azar Nafisi, profesora iraní, especialista en la segunda lengua del ruso en cuestión: “Original e íntima. Recuerda la razón por la que leemos y escribimos”.

Y vuelvo al sofá… “Y allí estaba yo, una tarde en una ciudad norteamericana de la costa este, arrellanada en un mullido sofá –nos narra Lila en su prefacio–, bajo una lámpara acampanada. Fuera, la primavera acababa de empezar.

El tiempo era nublado y frío. Y la noche pronto se introduciría lentamente en la sala. Me encontraba a punto de sumergirme en un texto escogido, cuando... bueno, cuando surgieron las primeras dificultades. El deseo irresistible de dormir. Es un impulso difícil de combatir, así que mi inclinación natural es dejarme llevar, y cuanto antes mejor.

“Tras una breve cabezada, los ojos bien abiertos otra vez, me repuse. Un momento después me estiraba lánguidamente, me ponía de pie, cogía una mandarina y daba vueltas por la habitación en busca de algo, mientras fingía meditar en una frase inicial, antes de regresar de mala gana al sofá. Esta vez me dije que era mejor que me sentara bien derecha. Entonces ocurrió”.

¡La magia, el encanto, el hechizo de la lectura! La felicidad en Nabokov, la felicidad de ella –ese pequeño demonio, Lila Azam Zanganeh– en mí.

raelart@hotmail.com

 

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