CONVERSEMOS

Lo sé de buena fuente…

Por: Ricardo Harte*
viernes, 17 de diciembre de 2021 · 00:00

Cuánto más leo, más quiero a mi perro.

El tsunami crónico que debemos sufrir en los textos (que ya no sé bien en qué idioma están escritos) que cotidianamente suceden en las redes antisociales, ya han alcanzado un nivel de vulgaridad que el silencio ya no es suficiente para lograr que haya un límite a tanta estupidez.

Siempre me he preguntado cuál es la verdadera diferencia entre los animales ¿irracionales? y nosotros, los seres humanos.

Ha sido una pregunta recurrente y ha habido respuestas, también recurrentes que, todas ellas, tienen una partecita de verdad pero también una partesota de inexactitud.

Y hoy encuentro una de esas partecitas de verdad: los seres humanos, bípedos/mamíferos, tenemos una capacidad enorme para ser estúpidos.

Y no conozco ningún animal que lo pueda tildar de estúpido.

Puede que un burro sea un poco necio, o una gallina un poco tonta, o una vaca un poco distraída. Pero todos ellos se comportan con una cierta lógica comprensible, entendible, basada fundamentalmente en los instintos.

Se comportan con patrones de conducta predecibles, aceptables (aunque algún patrón de conducta haga que el tigre te devore).

En cambio, en la manada humana encontramos actitudes, comportamientos, que, desde la más elemental inteligencia, son inexplicables (por decir lo menos)

Es decir, los seres humanos podemos ser estúpidos y los animales irracionales no.

Es toda una diferencia.
Y hay autores, muchos, que han reflexionado, investigado, escrito sobre la estupidez humana (sólo abriendo en “google” el tema, surgen: “Historia de la estupidez humana” de Paul Tabori-“Breve tratado sobre la estupidez humana” de Moreno Castillo-“Las leyes fundamentales de la estupidez humana” de Carlo Cipolla, etc. etc. etc.)

Es decir, no es un tema menor.
¿Y por qué expongo en esta columna el tema? ¿Qué tiene que ver la estupidez con todo este asunto de las redes antisociales?

Pues no encuentro otra manera de poder explicarme, consolarme y aceptar la cantidad de mentiras, exageraciones, tergiversaciones, falsedades, insultos, vulgaridades que día a día aparecen en estas plataformas de la incomunicación, como Twitter, Facebook, Instagram y demás pantanos.

He logrado con ello, reducir mis niveles de indignación al explicarme que ello, esa actitud de hienas babeantes que terminan de devorar un tema e inmediatamente buscar otro para agredirlo, insultarlo, manosearlo, es producto de la estupidez.

Así logro que mi sangre regrese a su temperatura normal y pueda navegar por la vida soportando esa constante presencia agresiva de seres humanos que sólo tienen una computadora conectada a la red, pero no tienen una sola molécula cerebral conectada al sentido común, a la generosidad, al respeto por el prójimo, a la ecuanimidad.

Las tienen todas, las moléculas cerebrales, conectadas a la estupidez.

Bueno…y llegados a este punto, la siguiente pregunta cae sola: ¿y por qué, entonces, si tengo esta opinión sobre los que eructan a diario en las redes antisociales, los leo?

Pues…porque nos guste o no nos guste, ese ejército de “influencers”, periodistas, calumnistas y demás representantes del bestiario de la estupidez humana, crean opinión.

¿De dónde salen las afirmaciones de que “las vacunas te cambian el ADN”? ¿De dónde sale de que los empresarios del vino son una bola de capitalistas infames y abusivos? ¿De dónde sale que “estamos por caer en manos del comunismo”? ¿De dónde sale de que el virus del COVID19 no existe y es producto de un complot mundial? ¿De donde sale de que el calentamiento del planeta, el cambio climático no es cierto, que son los intereses oscuros que han inventado ese cuento para desestabilizar a los gobiernos?

Y podríamos llenar varias cuartillas de ideas, suspicacias, sospechosismos, calumnias, exageraciones, tergiversaciones que alimentan a esa perversa torre de babel estudiada por la Agnotología (la disciplina que investiga el origen y las redes de la construcción de la ignorancia) y que, voluntaria (los perversos) o involuntariamente (los estúpidos), están dedicados a confundir y a alimentar la incertidumbre.

Lamentablemente hoy en día esa capacidad de ser y pensar como estúpidos tiene un enorme y planetaria red de multiplicación, de difusión.

La única manera de contrarrestar la sistemática construcción de la ignorancia, es leer, estudiar, buscar fuentes de información serias, comprometidas, consistentes e inteligentes. Fuentes de diversos orígenes e ideologías, que nos permitan contrastar, comparar, evaluar, reflexionar y decidir.

Es decir, para limitar la pandemia de la estupidez, debemos ser menos estúpidos.

*Arquitecto uruguayo radicado en México hace más de 50 años

ricardoharte@yahoo.com.mx

 

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