FORO AGRARIO MÉXICO

Problemas en la organización ejidal (primera parte de dos)

Por: Reynaldo Magaña*
sábado, 18 de diciembre de 2021 · 00:07

El sistema de organización ejidal ha resultado un fracaso en la mayoría de los núcleos agrarios del país. Colectiva o comunitariamente, los ejidatarios no han logrado resultados que mejoren su nivel de bienestar.

Los conflictos internos impiden el desarrollo de las comunidades rurales y de los negocios individuales que han tenido que ver con la intervención de la asamblea. Han impedido también obtener los ingresos necesarios para que las familias de los sujetos agrarios vivan mejor.

Los ejidos se constituyeron con la mejor intención, a partir de mil novecientos quince, por disposición de la primera ley agraria del siglo veinte, producto de la revolución mexicana. Se diseñó un plan de reparto de tierras, expropiadas a los empresarios rurales que poseían grandes extensiones y otras pertenecientes a la nación, con lo cual se pretendió resolver la pobreza en el campo, generando microempresas a partir del traslado de minifundios a los ejidatarios organizados en ejidos y comunidades agrarias.

Sin embargo, diversas variables contenidas en la política pública diseñada para tal fin, impidieron cumplir el propósito de los campesinos, que era vivir mejor y tener tierra para trabajar.

De inicio, la mencionada ley exigió requisitos que negaban emancipar a los nuevos titulares de la tierra agropecuaria y forestal y mucho menos incrementar su nivel de bienestar. Una cantidad reducida de tierra, la obligación de trabajarla personalmente, no tener un nivel económico medio, ni mucho menos alto, sino lo contrario, era requisito para poder ser ejidatario, ser pobre e ignorante, ello plasmado en la propia ley agraria.

En esta se impuso como requisito no haber cursado estudios mayores que el sexto año de primaria y no poseer un capital superior al equivalente al precio de una vaca y media (ello interpretado en pesos de esa época).

La tierra era de la nación y solo se otorgaba en usufructo a los campesinos, con la amenaza latente de perderla si la dejaban de trabajar personalmente, además la prohibición expresa de rentar, prestar, vender, otorgarla en aparcería o mediería, o cualquier otro acto que tuviera por objeto el uso o usufructo de la tierra por terceros.

La constitución en si misma de los ejidos y comunidades estuvo mal, estos se formaron con gente venida de todas partes, de diferentes segmentos del estrato más bajo de la sociedad, labradores, vaqueros y agricultores, pero también de todos los lugareños, zapateros, herreros, albañiles, comerciantes y muchos otros.

En los ejidos y comunidades quedaron “asociados” miembros de núcleos agrarios que no coincidían en ideas e intenciones, generando graves conflictos al interior de las asambleas ejidales y comunales, lo que hasta la fecha ha trascendido, siguen enemistados y desarticulados.

Fue un error haber constituido ejidos y comunidades campesinas, con personas que no se conocían o que conociéndose no compartían los mismos intereses, trayendo como consecuencia graves conflictos internos que han impedido el desarrollo y la vida armónica de los núcleos agrarios y consecuentemente de los ejidatarios individualmente y sus familias.

En resumen, estos factores se dividen en dos, los requisitos para ser ejidatario, los cuales categóricamente impedían crecer económicamente y los relativos a la organización, fundamentalmente las asambleas ejidales, por las razones expuestas.

La primera parte de los requisitos para el trabajo y desarrollo económico, quedó resuelto con la creación de la actual ley agraria, en mil novecientos noventa y dos, al eliminar todas las exigencias para poder ser ejidatario y los impedimentos para el libre trabajo de la tierra, sin embargo, los problemas de organización interna, en las asambleas prevalecieron.

*El autor es especialista en derecho agrario y promotor de economía solidaria

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