CRÍTICA DE LA RAZÓN CÍNICA

Angelus Novus

Por: Rael Salvador
viernes, 24 de diciembre de 2021 · 00:00

Algo no está funcionando en nuestros saberes. Pareciera que ya no existe la responsabilidad necesaria para encontrarse con el otro y repasar la belleza de lo nimio –un saludo, la mirada a los ojos, cierto grado de respeto– y aventurarse al absoluto –¿cómo estás?, ¿en qué te puedo ayudar?, ¿duele?–, de tal forma que no tiene importancia que los hombres se engañen unos a otros, con las consecuencias de la injusticia, la imprecación y el rechazo.

No son los tiempos, esto se suscita de manera histórica.

Lo adulterado de la situación confunde. Vertiginosa, como si las cosas estuvieran desnudas, la ambigüedad lleva a retroceder o a debocarse. Ya lo decía, entre libros de teoría, la inspiración de Jorge Riechmann: “Unos encuentran su consuelo en un cuenco de sopa, otros en una página Walter Benjamin”, cuando las desgracias del propio Benjamin hubieran preferido la sopa.

«Vivimos de “buena sopa”, de aire de luz, de espectáculos, de trabajos, de ideas, de sueños…», nos advirtió Emmanuel Lévinas.

¿Qué lluvia recia, qué temporal histórico acompañaba a Benjamin…? ¿Era Beethoven golpeteando en los cristales cuando la epifanía le obligó a emborronar la primera versión del “Angelus”? ¿Wagner o Beethoven?

“Cuidado con los alemanes”, le hubiese gritado Klee, ebrio desde el sofá desvalijado…

“Angelus Novus* representa a un ángel que parece como si estuviera a punto de alejarse de algo que lo tiene pasmado. Sus ojos están desmesuradamente abiertos, la boca abierta, extendidas las alas. Y este deberá ser el aspecto del ángel de la historia. Ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde a nosotros se nos manifiesta una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única que amontona incansablemente ruina sobre ruina, arrojándolas sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero desde el Paraíso sopla un huracán que se ha enredado en sus alas y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. El huracán le empuja irrefrenablemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras que los montones de ruinas crecen ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso”.

Lo que la pluma de Benjamin describió es la metáfora emanada de la hedionda carne de las catástrofes, las ruinas humanas de la perversión y el asco que, para desgracia presente, aún perviven en la modernidad aciaga de nuestra hora final en forma de “zombis” de oscuros aliento pútrido.

¿Qué chirrido puede acompasar el grotesco baile de la Muerte, esa pájara a la que Benjamin ya le ha amputado una pierna?

* Walter Benjamin adquirió en 1921 la acuarela de Paul Klee que se titula “Angelus Novus”. Permanece en Münich unos meses en casa de G. Scholem y luego es llevada a Berlín. Ante la pulsión que lo acosa –suicidio–, en 1932 tuvo la intención de heredársela a Scholem, su gran amigo.

Parte a París en 1935 y lleva consigo el “Angelus…”. En 1940, antes de partir a los Pirineos, para intentar escapar de los nazis, deja la acuarela a resguardo de Georges Bataille, en la Biblioteca Nacional de París.

Al terminar la Segunda Guerra Mundial es trasladada a Estados Unidos, en donde queda en manos de Theodor Adorno, que a su regreso a Frankfurt la ubica de nuevo en el viejo continente. Legada por la viuda de Scholem, en la actualidad el “Angelus Novus” se encuentra en el Museo de Israel, en Jerusalén.

raelart@hotmail.com

 

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