DÍA DEL SEÑOR

Fiesta de la Sagrada Familia. Ciclo C

“Hijo mío, ¿por qué te has portado así con nosotros? (Lc 2, 41-52) Por: Carlos Poma Henostroza
domingo, 26 de diciembre de 2021 · 17:57

Hoy celebramos en la iglesia la Fiesta de la Sagrada Familia enseguida de la Navidad, para ponernos de modelo a la Familia en que Dios escogió nacer y crecer como Hombre.
Jesús, María y José. Tres personajes modelo, formando una familia modelo.  Y fue una familia modelo, porque en ellos todo estaba sometido a Dios. Nada se hacía o se deseaba que no fuera Voluntad del Padre.
El Evangelio de hoy, nos narra el incidente de la pérdida de Jesús durante tres días y de la búsqueda angustiosa de José y María, que culmina con aquella respuesta desconcertante de Jesús: “¿No sabían que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?”. El Padre y las cosas del Padre de primero. Así, en la casa de Nazaret todo estaba sometido al Padre. Jesús mismo pertenece al Padre Celestial, antes que a María y José.
La familia está en crisis. Y seguirá estándolo mientras los esposos y los hijos no tengan como modelo a Jesús, María y José. Todo en ellos giraba alrededor de Dios. La presencia de Dios en el hogar, entre los miembros de la familia, garantiza la permanencia de la familia. Y esa presencia de Dios facilita unas relaciones que, aunque no sean perfectas, como sí lo fueron en la Sagrada Familia, sean lo más parecidas posibles al modelo de Nazaret.
Por eso Dios elevó el matrimonio a nivel de Sacramento, para que la unión matrimonial fuera fuente de gracia para los esposos y para los hijos. Sin embargo, hay crisis en las familias. Por qué ¿Dónde está Dios en las familias? ¿Qué lugar se le da a Dios en las familias? ¿Es Dios el personaje más importante en las familias? ¿Se dan cuenta las parejas que se casan ante el altar, que para cumplir el compromiso que están haciendo al mismo Dios, deben poner a ese Dios de primero en todo? ¿Se recuerdan de esto a lo largo de su vida de casados? ¿Ponen a Dios de primero entre sus prioridades? ¿Enseñan esto a sus hijos?
¿Rezan los esposos? ¿Rezan con los hijos? ¿Rezan unidas las familias? ¿Van todos a Misa? ¿Se confiesan y comulgan? Sin la oración y los Sacramentos, no es posible la unión familiar y las buenas relaciones entre los miembros de una familia.
¿Cómo, entonces, poder cumplir con las exigencias del amor cristiano, que consiste en pensar primero en el otro, antes que, en uno mismo, y en complacer al otro antes de complacerse a sí mismo?
¿Cómo cumplir con los consejos que San Pablo nos da en la Segunda Lectura: “Sean compasivos, magnánimos, humildes, afables y pacientes? Sopórtense mutuamente y perdónense cuando tengan quejas contra otro. ¿Y sobre todas estas virtudes, tengan amor, que es el vínculo de la perfecta unión”? (Col 3, 12-21).
¿Cómo ser así los miembros de la familia si no obtienen las gracias necesarias a través de la oración y los Sacramentos? ¿Cómo poder ser así si Dios no está de primero en la vida de cada uno?
Cuando los miembros de la familia ponen a Dios en primer lugar y buscan a Dios en la oración y en los Sacramentos, es posible seguir estos antiguos consejos que siempre están vigentes. Con la oración y los Sacramentos, la vida familiar se hace más fácil, los hijos honran a sus padres, éstos se aman y se comprenden mutuamente, aman a los hijos y los educan para que Dios sea también el “Primero” en sus vidas.
Que Dios Todopoderoso bendiga y proteja siempre a sus familias.

cpomah@yahoo.com

 

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