LA MARAÑA CÓSMICA

¡Felices fiestas del solsticio de invierno!

Por: Dr. Rolando Ísita Tornell*
lunes, 27 de diciembre de 2021 · 00:00

No soy Scrooge. No soy el empresario avaro que me visita el fantasma de mi socio del cuento; tampoco el Grinch, al que ni siquiera conozco actuado o en dibujos animados. Mas no soy fan de la Navidad, pero sí -y mucho- de la época, de la estación precedida por el asombroso y poético Otoño, con la más nítida imagen de la Luna en Octubre.

En mi infancia viví la transición de las posadas en los barrios, en las nacientes familias clasemedieras atinadamente retratadas en la película Roma, desde los peregrinos que “en nombre del cielo os pido posada, pues no puede andar mi esposa amada (trae al rey de los cielos en el vientre)”, pasando por poner El Nacimiento con heno y musgo natural.

El Año Nuevo se tornó a Happy New Year; los Reyes Magos que llegan días después con regalos y rosca de pan dulce adornada con higos y ate; hacia la chispeante y rojiblanca Christmas de los centros comerciales y desaforadas compras de regalos (o no te invito a mi cena).

Por supuesto que esperaba con afán al gordito chapeado en su trineo, sin lugar a dudas, pero me preguntaba ¿cómo le hace para entrar con dos bicicletas por el único lugar posible, las ventanas que dan a la calle de un departamento en un cuarto piso, donde apenas quepo yo (vaya que hice travesuras)? ¿Cómo le hace para repartir necedades imposibles escritas en cartas de todo el barrio y, finalmente, en todo el mundo, en una sola noche, 40 mil kilómetros tan solo de diámetro?

Más tarde me pregunté ¿por qué los propósitos de Año Nuevo, si ni siquiera el año es un hecho incontrovertible? Las aguafiestas de la ciencia y la evolución, la historia. No llevamos los humanos 2021 años sobre el planeta; si acaso, ya acabaditos, 40 mil años y 3 millones con ancestros más toscos.

¿Quién impuso el año “0”? El más grande cuento jamás contado. Y dentro de esos dos miles de años no existían los meses de Julio ni Agosto; septiembre es siete, octubre ocho, noviembre nueve, diciembre diez. ¿De dónde salieron doce?

¡Ah, los césares del imperio! Julio y Augusto se mandaron a hacer sus propios meses. ¿Cayó el Imperio Romano? Otro cuento, lo que cambió fue la romanidad. El César se tornó en Papa y las Leyes en “epístolas” selectas, las que no gustaban al César-Papa las enviaron a la apocrifía. No hay Reyes si no los aprueba el neo César y, desde luego, interpretando los deseos de un amigo imaginario.

Inmerso en lecturas más radicales, resultó además que siempre es hoy. Los días y los años no son más que una esferita dando vueltas alrededor de una esfera grande encendida y rotando sobre sí misma. Donde estoy parado en la esfera incide o no la luz de la esferota candente.

Yo soy el mismo siempre, no hay yoes que se vayan quedando en el tiempo cual figuras estroboscópicas hasta la memoria de mi niñez. Soy un montón de células que se reproducen y mueren todo el tiempo a partir de una condición inicial de dos células que comparten las moléculas de sus núcleos, hasta la inmunosenescencia, The Reaper, la programada muerte celular.

Sin embargo, los grupos humanos, desde las emigraciones de África, hemos observado los patrones, los ciclos de la naturaleza. Comienza floreada, se calienta hasta casi la resequedad, se enfría, mueren las hojas de los árboles previo decoloramiento hacia el rojo y caen, hiela, el resto de las especies se guardan y no habrá abasto hasta el reinicio del ciclo… Salvo que sigamos a las especies comestibles que no se guardan en invierno.

En el hemisferio Norte, los grupos humanos se reunían en el solsticio de invierno, celebraban el gran acopio de abastos hasta el reinicio del ciclo, o bien, para acompañarse en la precariedad. Todos los grupos humanos del hemisferio Norte celebran el solsticio de invierno desde hace decenas de miles de años con base en los pretextos descritos.

Hoy, entre broma y verdad, se dice que la Navidad es la venganza de los mercaderes contra Jesús por haberlos echado del templo. Hay otras culturas que tiene a su personaje bonachón que obsequia a los infantes, como El Olentzero de Vasconia. Este viste de negro y su cabello y barba son oscuros. Si el infante se portó bien recibirá azúcar, si no tan bien recibirá carbón. Nótese que ambos son generosas calorías. ¡A todos, felices fiestas del Solsticio!

*Periodista y comunicador de la ciencia UNAM

risita@dgdc.unam.mx

 

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