LA BRÚJULA

La democracia un camino...

Por Heberto J. Peterson Legrand
lunes, 15 de febrero de 2021 · 00:00

La democracia que inició en la antigua Grecia allá por los años 430 a.C. es todavía un camino por recorrer en este siglo XX1 d.C.

Fue en Atenas, la ciudad más avanzada culturalmente de los estados griegos, donde nació. La palabra “democracia”, viene del griego democratia, que significa “gobierno del pueblo”. En Grecia los estados municipales eran pequeños y por eso el gobierno podía ejercerse directamente por el pueblo a través de las Asambleas.

No había parlamentos ni gabinetes y tampoco funcionarios permanentes ya que se les elegía por un año. Los ciudadanos de Atenas creían que todo ciudadano tenía el derecho y el deber de participar en la discusión y dirección de los asuntos públicos, con excepción de las mujeres y esclavos que no se les consideraba ciudadanos...

Durante el gobierno de Pericles, en el siglo de oro de Atenas, Grecia vio establecerse la primera democracia integral y auténtica de la historia, si se hace caso omiso de la esclavitud que era una institución en el mundo antiguo y de la marginación de la mujer que aún no ha sido del todo superada...

Pericles dirigió una Oración fúnebre con motivo del sepelio de los hombres muertos en la lucha contra Esparta (430 a.C.) que tenía un régimen Aristócrata y militarista. Esta oración de alguna manera retrata una época, la transcribo para goce de mis lectores:

“Nuestro gobierno se llama democracia porque está en manos de los muchos y no de los pocos. Nuestras leyes garantizan igual justicia a todos en sus disputas particulares, y nuestra opinión pública acoge y honra el talento manifestado en toda suerte de realización, no por razón de partido, sino tan sólo en virtud de su excelencia.

Y así como damos libre participación a todos en nuestra vida pública, así el mismo espíritu rige las cotidianas relaciones que mantenemos entre nosotros mismos. No nos airamos contra nuestro vecino porque haga lo que quiera, ni miramos con malos ojos a aquel que, aunque inofensivo, es desagradable.

Francos y amistosos en nuestras relaciones privadas, en nuestros actos públicos nos apegamos estrictamente a la ley. Reconocemos la restricción impuesta por la veneración, obedecemos a los funcionarios y a las leyes, especialmente a las que protegen al oprimido y a las leyes no escritas cuya violación acarrea vergüenza por todos reconocida.

Sin embargo, no es la nuestra una ciudad en la que sólo se trabaja. Ninguna otra ofrece tanto recreo al espíritu; competencias y sacrificios a lo largo de todo el año y belleza en nuestros edificios públicos para alegrar el corazón y deleitar la vista día tras día.

Además, esta ciudad es tan grande y poderosa que la riqueza del mundo entero llega a ella, de modo que nuestros propios productos no nos parecen más caseros que los de otras naciones.

Amamos la belleza sin extravagancia, y la sabiduría sin temor. Empleamos la riqueza, no por vanidad o para ostentar, sino para obtener servicios. Reconocer la pobreza no es vergonzoso; vergonzoso es no hacer esfuerzo alguno por vencerla.

Un ciudadano de Atenas no se descuida de los asuntos públicos porque lo absorban demasiado sus negocios particulares. Consideramos que la persona que no se interesa en los asuntos públicos, más que “tranquila”, es inútil.

Si pocos de nosotros somos capaces de idearla, todos somos, por el contrario, buenos jueces de una política. En nuestra opinión, el gran impedimento de la acción no es la discusión, sino la carencia de esa información plena que se obtiene mediante la discusión que precede a la acción”.

Hoy, ya a 21 años de este tercer milenio, estamos todavía intentando entender y vivir la democracia en el marco de una libertad que no hemos sabido ejercer responsablemente, la hemos usado más que para construir para destruir. Siempre existirán los vivales y demagogos que harán mal uso de ella.

La democracia un camino...pero ¿a dónde nos Conduce?...o ¿a dónde la llevamos?
 

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