BAJO PALABRA

La cuenta abierta

Por Hadassa Ceniceros
viernes, 19 de febrero de 2021 · 00:00

Lo aprendemos de experiencias inmediatas. Las cosas, las casas, requieren de mantenimiento y cuidado. Lo que funciona en nuestros hogares tiene mucho que ver con la atención con la que atendamos tal o cual necesidad de reparación para mejorar o cambiar.

Tiene uno que llegar a “cierta edad” para reparar en el hecho de que las personas requerimos del mismo cuidado y atención que una máquina fina.

El asunto es que es hasta que alguna de nuestras piezas importantes empieza a fallar que recapacitamos sobre la importancia y el costo de pequeños detalles en nuestro funcionamiento físico.

Empezando con los dientes, seguidos de la vista, agregamos el oído, dolores articulares, eso siendo personas sanas solamente con año; los pies necesitan cuidado y revisión, la piel acusa cambios y aparecen manchas nuevas en algunas partes del cuerpo.

Poco a poco el edificio que representamos empieza a mostrar deterioros menores pero molestos y notorios. Viene así la suma de esfuerzos, las visitas a la institución a la que pertenezcamos o a hacer gastos especiales a visitas con médicos o especialistas de manera casual. Los anteojos se convierten en necesidad ingente, un diente doloroso hace que el mundo cotidiano personal, entre en pausa forzada, si le agregamos un mal oído, una pequeña alergia o un lunar nuevo la cosa se hace más preocupante, requiere de más tiempo y dinero.

Total, que sanos y sin molestias graves requiere uno de un presupuesto y de tiempo para atender esos pequeños detalles de manera periódica y constante. Qué decir del horror que significa estar bajo el asedio de un dolor corporal y tener que buscar ayuda, consulta, apoyo para resolver o encauzar la solución a un problema de salud.

La vida y la salud cuestan y además de los pesos y centavos diarios, sobrevivir dignamente necesita de un esfuerzo extra, atención debida y por supuesto mucho cariño alrededor de una persona en necesidad.

La enseñanza a nuestros jóvenes viene del mismo lugar de donde llega a ellos, la seguridad y la atención, se trata de reciclar mejorando el cariño y desinterés con la que acompañaron nuestros años de vulnerabilidad. Nada más, pero nada menos. Otros tomarán su lugar cuando les llegue el tiempo.
 

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