DÍA DEL SEÑOR

I Domingo de Cuaresma Ciclo B

Por “En aquel tiempo el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días”
sábado, 20 de febrero de 2021 · 00:00

(Mc. 1,12-15)

Carlos Poma Henostroza
Esta semana pasado iniciamos la cuaresma, con la celebración de Miércoles de Ceniza, 40 de días de gracia para celebrar la Pascua. Precisamente el Evangelio de este domingo nos habla de las tentaciones de Jesús. Después de pasar 40 días en retiro ayunando en el desierto, Jesucristo fue “sometido a las mismas pruebas que nosotros, pero a Él no lo llevaron al pecado” (Hb.4,15).

Jesús fue tentado toda su vida por las mismas tentaciones que sedujeron y seducen a todo hombre. Jesús se abre paso a todas ellas con humildad de corazón y con obediencia de mente abierta siempre a Dios Padre.

Lamentablemente a nosotros las tentaciones sí pueden llevarnos a pecar, pues éstas encuentran resonancia en nuestra naturaleza, la cual fue herida gravemente por el pecado original.

Jesús ante las tentaciones en el desierto, rechazó de inmediato al demonio. No entró en un diálogo con el enemigo, sino que le respondió con decisión y convencimiento. Porque si no se corta enseguida, las fuerzas se van debilitando y la tentación va tomando más fuerza.

La tentación es anterior al pecado. El pecado es el consentimiento de la tentación. Así que no es lo mismo ser tentado que pecar. Todo pecado va antecedido de una tentación, pero no toda tentación termina en pecado.

Una cosa hay que tener bien clara: disponemos de todas las gracias, o sea, toda la ayuda necesaria de parte de Dios para vencer cada una de las tentaciones que el Demonio o los demonios nos presenten a lo largo de nuestra vida. Nadie, en ningún momento de su vida, es tentado por encima de las fuerzas que Dios dispone para esa tentación.

El poder que tiene el Demonio sobre los seres humanos a través de la tentación es limitado. Con Cristo no tenemos nada que temer. Nada ni nadie puede hacernos mal, si nosotros mismos no lo deseamos.

Las tentaciones sirven para que los seres humanos tengamos la posibilidad de optar libremente por Dios o por el Demonio. También sirven para no ensoberbecernos creyéndonos autosuficientes y sin necesidad de Cristo Redentor.

En primer lugar tener plena confianza en Dios, tener plena confianza en lo que nos dice San Pablo: nadie es tentado por encima de las fuerzas que Dios nos da. No importa cuán fuerte sea la tentación, no importa la insistencia, no importa la gravedad. En todas las pruebas está Dios con sus gracias para vencer con nosotros al Maligno.

Otra costumbre muy necesaria para estar preparados para las tentaciones es la vigilancia y la oración. Dijo el Señor: “Vigilen y oren para no caer en la tentación” (Mt. 26, 41). Vigilar consiste en alejarnos de las ocasiones peligrosas que sabemos nos pueden llevar a pecar.

Muchas veces la tentación no desaparece enseguida de haberla rechazado y el demonio ataca con gran insistencia. No hay que desanimarse por esto, esa insistencia diabólica puede ser una demostración de que el alma no ha sucumbido ante la tentación. Ante los ataques más fuertes, hay que redoblar la oración y la vigilancia, evitando angustiarse.

Aprovechemos estos 40 días para la conversión, de la escucha, de la oración y del compartir y ejercer nuestro testimonio de amor y nuestro servicio en la reconciliación entre todos nosotros.

Que el Señor en este inicio cuaresmal, los acompañe hoy, proteja y bendiga siempre.

cpomah@yahoo.com
 

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